Por Diego Camargo
Del cuento al ring: campeones que terminaron con ‘doble KO’
En ‘Por un bistec’, Jack London retrata a púgiles que perdieron más que un título mundial.
El escritor norteamericano Jack London retrató en su cuento 'Por un bistec' a aquellos boxeadores que perdieron su último combate y después de su exitosa carrera acabaron en medio de la miseria.
Campeones como José ‘Mantequilla’ Nápoles, Antonio ‘Kid’ Pambelé, Sugar ‘Ray’ Robinson, Víctor Galíndez, Mike Tyson, Alphonse Halimi, Joe Louis y Pedro ‘Perico’ Fernández reprodujeron el sentimiento de fracaso del protagonista de esta historia de ficcón.
El cuento empieza con un veterano peleador, llamado Tom King, que se levanta de la mesa y se dirige al combate con una “inconfundible sensación de hambre”; el hombre únicamente comió un pedazo de pan con salsa antes de la pelea con un joven llamado Sandel. El dinero no le alcanzó para comprar una buena porción de carne.
Durante las más de 20 páginas del cuento de Jack London, el sinsabor recala en el lector por esta condición que vive el personaje: el hambre, a la que se le suma la vejez; terribles combinaciones para un KO certero.
Pero esta hambre de King, de la que muchos boxeadores (al principio de sus carreras) se alimentaron para salir adelante, llevó a algunos a bajar la quijada después de conquistar la gloria.
No es simplemente el hambre que le quita la fuerza al cuerpo y pica en los intestinos. Se describe como lo hace London al final del cuento: “No era el hambre habitual, que roe, sino una gran debilidad, una palpitación en lo más profundo del estómago que se comunicaba con todo su cuerpo”.
¿Hambre interior? ¿Hambre espiritual? ¿De qué tipo de hambre habla London? ¿Qué hambre llega a destruir a los grandes ídolos, incluidos a los literarios como el propio autor norteamericano?
Tom King personifica a quienes el hambre de cinturones, fama y dinero no les fue suficiente. Y el haber alcanzado la cima, en vez de ayudarlos, terminó siendo una prueba más difícil o lo peor para sus vidas. Los derechazos fueron más allá de las costillas: al alma.
Algunos boxeadores intentaron quitarse este vacío, esta hambre, en otro tipo de cuadriláteros: discotecas, casinos, extraños negocios, drogas, alcohol y excesos interminables.
Pareciera que en estas vidas, el boxeo cumplió con un ciclo que acabó en un mismo punto sombrío y sin esperanza. El púgil, al que el hambre lo alimentó de joven y de adulto lo coronó en hombros, vuelve --como diría 'Manos de Piedra' Durán-- a "las alcantarillas" donde nació. Del hambre al hambre. ¿Por qué?
"Tom King ya no servía para nada excepto para peón de albañil... Se sorprendió deseado haber aprendido un oficio. A la larga hubiera sido mucho mejor. Pero nadie se lo había dicho, y sabía, en el fondo de su corazón, que no habría escuchado si se lo hubieran dicho. Todo había sido fácil. Mucho dinero, combates gloriosos, períodos de holgazanería entre combates, un séquito de aduladores...”.
Las anteriores palabras son la reflexión, amarga y realista, que hace London sobre el fracaso de su personaje y, más allá, sobre la constante encrucijada de los deportistas, a quienes se les acaba la energía y no dibujan un segundo horizonte, un plan B.
Jack London fue un vidente de principios del Siglo XXI. Anticipó, desde 1909 --año de su publicación en el Saturday Evening Post-- las espinosas historias de vida que persiguen a los boxeadores y, más allá, la trascendencia que las rodea.