Cuatro horas antes, el anuncio presagiaba una tormenta, literalmente, avisaba chubascos y truenos durante el juego entre Colombia y Chile. Las imágenes satelitales mostraban que un clima complicado pondría en duda la segunda semifinal de la Copa América Centenario.
Los vientos que se convirtieron en tormenta durante el Colombia-Chile
Más de dos horas estuvo detenida la semifinal entre Chile y Colombia

Conforme se acercaba el inicio del encuentro, un tenue sol confundía los pronósticos en la Ciudad de los Vientos. La idea de ver suspendido el encuentro empezaba a difuminarse con la llegada de las aficiones y el color que alegraba el cielo gris de Chicago.
Pero la tormenta llegó, tanto en el campo como en el cielo. Más allá de la avalancha chilena que dejaba a la Roja ganando 2-0 y encaminando su pase a la gran final, el anuncio fatídico se mostraba en las pantallas del estadio, los truenos y los relámpagos se acercaban peligrosamente al sitio del encuentro y las aficiones debían cubrirse para prevenir un fatal accidente.
De repente, las playeras amarillas y rojas desaparecieron de las gradas para meterse en los pasillos y ser testigos de cómo una torrencial lluvia caía sobre el verde campo del Soldier Field; los relámpagos alumbraban la fría noche en Chicago mientras el ruido pronosticaba que el juego se detendría por completo para reanudarse el día jueves.
Una hora y media después, la tromba cesó y los rayos pararon. Las complicaciones climáticas se convirtieron en problemas futbolísticos por la gran cantidad de agua que había caído en el terreno de juego; con dos selecciones que gustan de tratar bien la pelota, parecía un suicidio obligarlos a que regresaran al campo pese a que poco a poco las dos aficiones salían de nuevo para respaldar y dar la cara por su selección.
El estupendo trabajo del Comité Organizador y de mantenimiento del Soldier Field permitieron que el campo estuviera en las mejores condiciones posibles para que la pelota rodara con la mayor normalidad; el drenaje de un estadio de primer nivel permitió que la tormenta futbolística continuara una extraordinaria batalla que vivimos en los primeros 45 minutos del encuentro.
El partido se disputaba porque el clima mejoró, porque los dos equipos lo quisieron y porque en general, la fiesta siempre debe continuar cuando la seguridad de los futbolistas y de las aficiones no corre ningún peligro.
Fueron cerca de dos horas y media lo que duró uno de los descansos más largos en la historia del fútbol. Los equipos saltaron al campo a calentar nuevamente, tal y como si apenas hubieran saltado al terreno de juego para iniciar el choque; calentando músculos y rodando la pelota, misma que no tenía tanto conflicto para circular, los silbantes dieron permiso para reanudar el partido.
La tormenta de Chicago acabó siendo roja. El cielo que cubría el Soldier Field dibujó un cielo abierto lleno de esperanza para una selección como la chilena que sueña con seguir siendo el campeón de toda América.