Las obligaciones futbolísticas de Brasil son claras. La pésima imagen que dio el equipo frente a Ecuador lo deja en una situación en la que másallá de vencer a Haití, debe convencer en un tema de estilo.
Opulencia vs. ilusión: Brasil y la obligación de gustar, ganar y golear
El Brasil vs. Haití es un duelo de oportunidades para ambos equipos.
Dunga, un férreo mediocampista como jugador y un amante del estilo defensivo como técnico, debe liberar al fin a Brasil. El respeto hacia Haití no debe confundir la necesidad e imperiosa obligación carioca de anotar la mayor cantidad de goles durante el juego que se celebrará en la Florida.
Las diferencias son brutales entre ambos. Mientras que la mayor parte de los seleccionados haitianos son jugadores de ligas de segunda división y tienen sueldos bajos, los futbolistas brasileños representan la opulencia del juego, los sueldos espectaculares, los autos y yates de lujo además de mansiones en las mejores ciudades del planeta.
La duda sobre qué selección pasará primera del grupo B pasa por ver cuántos goles acabarán anotándole al que a priori, es el equipo más flojo del torneo. Pero lo que se dibuja en un papel no siempre se representa en el campo; al menos en el partido inicial, Perú apenas pudo derrotar por la mínima a un equipo haitiano que es todo corazón y que francamente, no juega para nada mal.
Para vencer a Haití, Brasil debe correr, debe sudar y tiene que sacarse de encima esa pesa que tiene arrastrando en los tobillos. La dependencia de Neymar tiene que olvidarse con el talento de Coutinho y la magia de Willian. En los pies de los futbolistas del Liverpool y del Chelsea tiene que recaer esa diferencia que da un equipo normal y común, a una selección que carga con una historia de magia y talento como lo es Brasil.
Los haitianos van por esos lujos que la vida en ocasiones brinda. Cambiar una playera con Dani Alves es una realidad que solo podría vivirse en un sueño, pero los caribeños tendrán la oportunidad de presenciar una oportunidad única para jugar contra el pentacampeón del planeta; la presión está del otro lado, está en los millonarios jugadores de una las generaciones más tristes de Brasil.
Las obligaciones están marcadas: uno tiene que disfrutar el juego con la consciencia que no tiene nada que perder; el otro, olvidarse de las tragedias que han tenido en los últimos dos años, disfrutar el juego, ganar, convencer y golear. Parece poca cosa, pero en ambos casos, el fútbol siempre presenta oportunidades y dificultades.