Los incidentes en el malogrado River-Boca, que terminó siendo histórico pero no por lo que se preveía, sino por el papelón que una vez más puso a la Argentina en el mapa mundial, me provocan -a la distancia- pena, angustia, impotencia. Y, sobre todo, una profunda vergüenza.
Opinión | La vergüenza de ser argentino
Los bochornosos hechos que se vivieron en el River-Boca volvieron a poner a la Argentina en el mapa mundial, pero de lo que no se debe hacer. ¿Alguna vez aprenderemos?
Vergüenza de que algunos puedan convertirse en asesinos cuando se embanderan bajo la pasión de unos colores futbolísticos. Como si pertenecer a un grupo determinado diera libertad para intentar acabar con la vida de otra persona. O al menos lastimarlo profundamente. Porque eso es lo que puede esperarse si uno arroja un objeto contundente de buen calibre, como los que volaron contra el micro del plantel de Boca, contra un vidrio en el que sabe que detrás hay un ser humano. Y todo porque ese ser humano tiene la desgracia -a ojos del agresor, claro- de defender otros colores. Casi una ofensa a la vista que debe ser suprimida a la fuerza.
Me produce mucha vergüenza la famosa viveza argentina, mal entendida y, por lo que vimos en ese video de una madre atándole bengalas a su niña, muy mal enseñada. ¿Cuál es la herencia, el mensaje de vida que esa señora le deja a su pequeña? Que todo vale, que mientras no nos descubran podemos hacer lo que queramos. Y, en realidad, si nos descubren da lo mismo en un país en el que los delincuentes duran en la comisaría menos de 24 horas después de ser arrestados. La misma viveza argentina que usaron los supuestos hinchas de River que atacaron con cuanto pudieron a los jugadores de Boca.
Vergüenza es la que me da la hipótesis -generalmente cierta en mi país- de que todo se trató de una venganza, mafiosa y artera, de la barra de River porque un par de horas antes del Superclásico allanaron el domicilio de dos de sus integrantes para desbaratar un buen negocio de reventa y otras ilegalidades. ¿Qué buscarían con eso? Perjudicar a todos, como usualmente.
Me provoca vergüenza la sospechosa zona liberada que hubo para que pasara lo que pasó. ¿En qué cabeza cabe hacer entrar al bus de Boca en medio de la gente de River? Sobre todo en un partido que se viene preparando desde hace semanas, un operativo que tuvo tiempo de ser revisado más que los planes del Profesor en la Casa de Papel. Una de dos: o se trata de una estupidez suprema o hubo zona liberada. O un poco de cada cosa. No sería la primera vez en la Argentina, ni la última.
Me dan vergüenza las especulaciones sobre si hubo exageración por parte de los jugadores de Boca. Como si ellos fueron los culpables de recibir una lluvia de proyectiles homicidas. Si están usando esto para ganar los puntos en el escritorio tampoco es su problema, porque no pidieron la agresión, sólo la están canalizando para sus propios intereses. En Argentina -y desde hace mucho- se eliminó la presencia de aficionados visitantes para intentar acabar con la violencia que se había cobrado una cantidad ingente de víctimas. El próximo paso sería, en las brillantes mentes de los que dictaminan estas medidas, erradicar también a los jugadores visitantes. Con lo que sucedió el otro día casi lo logran...
La vergüenza me invade cuando pienso que las cosas que me motivaron a emigrar siguen estando tan profundamente enraizadas en la sociedad, e incluso se enquistaron con el paso de estos siete años de ausencia. Es como si nos empeñáramos en dejar de lado todo lo bueno que podemos ser y nos encapricháramos en ser una negra y espantosa sombra. Así le damos la razón al dicho que asegura que la Argentina es un país maravilloso, si no fuera por los argentinos.
Vergüenza es la que me da, en este caso puntual y en muchos otros, el simple hecho de ser argentino.