Nada hemos aprendido de la Eurocopa 2016. Cientos de ultras rusos, organizados, entrenados y dirigidos se dieron cita en Francia con el único objetivo de sembrar el terror al resto de hinchadas, con especial fijación por los aficionados ingleses. La "hazaña" quedó grabada por ellos mismos en el siguiente video.
El fin de la violencia ultra
Los violentos pululan gracias a complicidades varias: gobiernos, clubes, jugadores, organizaciones y medios de comunicación. Erradicarlos es una obligación.
Arrasaron ciudades, pelearon en los estadios y amedrentaron al resto de aficiones, fueran de la nacionalidad que fueran. Y la pregunta: ¿un Mundial en Rusia rodeado de estos salvajes? A poco para que comience la fiesta del fútbol mundial, un grupo de estos indeseables se dio cita en Bilbao para presenciar el choque de vuelta de la Europa League que enfrentaba al Athletic Club de Bilbao con el Spartak de Moscú. Sus ultras son los más temidos de Europa y, fieles a su fama, armaron una batalla campal contra la hinchada local. En medio de la revuelta un policía falleció tras sufrir un infarto y sin presentar traumatismos. El agente del orden público estaba mediando en la trifulca cuando se desvaneció. Más tarde murió en el hospital. El fútbol, el resultado del partido y todo lo que debería haber sido noticia pasó a un segundo plano.
Los clubes que les dan cobijo son responsables, así como como los jugadores del PSG reuniéndose con sus ultras antes del partido con el Real Madrid. Los gobiernos que les permiten viajar, sabiendo que son delincuentes violentos, también son responsables. Reino Unido tomó medidas severas en los ochenta y controlaron a sus fieros hooligans, pero Rusia debe y puede tomar ejemplo. Las organizaciones y sus laxas sanciones son responsables: clubes y selecciones nacionales que amparan a aficionados violentos no deberían competir en torneos internacionales. Los medios que les dan publicidad son responsables porque se trata de ensalzar a delincuentes y grupos organizados, no a jovenzuelos pasionales que defienden a su equipo de fútbol. Por todo esto, erradicarlos del fútbol es llegar al fin de la violencia ultra. Aunque esto suponga dejar a un país sin Mundial o vetar a prestigiosos clubes en determinados torneos.