Después del gigante papelón del Real Madrid ante el modesto Leganés, que terminó con el Merengue eliminado en los cuartos de final de la Copa del Rey y con Zidane más cerca de perder su reluciente cabeza madridista, Ernesto Valverde se curó en salud y puso toda la carne en el asador para definir la serie ante el Espanyol. Para colmo, el Barcelona había caído en el partido de ida por 1-0 y no era momento de andar guardando estrellas. Después de la felicidad que se esparció por Cataluña tras el batacazo del Leganés, nadie quería devolverle una sonrisa a los de la Casa Blanca.
El Barcelona derrotó 2-0 al Espanyol, pasó a semis de la Copa e hizo más grande la brecha con el Madrid
Un día después del papelón del Merengue contra el Leganés en la Copa del Rey, el Barça se impuso con total autoridad a su clásico vecino y sigue firme en todas las competencias.
Con esta presión extra, la de no igualar la debacle de su clásico rival -o la del Atlético de Madrid que también salió en esta instancia de la Copa-, el Barça se dispuso a mostrar sus pergaminos y protagonismo en el Camp Nou. Y cuando este equipo se enchufa de esa manera, el rival solo puede encomendarse a todos los santos. Pero se ve que a los del Espanyol no los escucharon, porque a los 8 minutos ya perdían 1-0 y veían la serie igualada. Centro desde la derecha de Aleix Vidal y cabezazo con acrobacia de Luis Suárez.
El Espanyol no reaccionó salvo con algún tirito tibio, alguna aproximación tímida. Aunque los papeles se le habían quemado temprano igual siguió especulando con llegar a unos penales que, a esa altura del juego, sonaban tan lejanos como si estuvieran en otra galaxia.
El que estaba en otra galaxia era nada menos que Lionel Messi. Evidentemente al Espanyol los santos lo habían abandonado a su suerte, porque justo Messi tenía un día luminoso. A nadie extrañó que el argentino pusiera el 2-0 a los 24 minutos, después de robar la pelota -sí, correcto, robar la pelota- en la puerta del área y definir con un zurdazo cruzado que se desvío en Naldo. Adiós penales y hola otro momento de gloria para Messi: ese gol fue el 4.000 en toda la historia del Camp Nou.
El primer tiempo se cerró con esa diferencia de dos goles en el marcador, pero con una mucho más amplia en las acciones. Pero mejor corroborrar esta impresión óptica con un dato: la posesión de pelota fue de 74% contra un 26%. Una abrumadora distancia que, de prolongarse en la parte final, no presagiaba nada bueno para el Espanyol.
El complemento fue más de lo mismo aunque el Barcelona bajó la intensidad de su juego y de sus ataques. Messi sacudió la modorra con un tiro desde media distancia que rozó en el palo a los 54 minutos, pero las ocasiones de gol se habían espaciado. El Espanyol, mientras tanto, continuaba en su letargo aunque estaba apenas a un gol de clasificar a semifinales. Tal vez esperaba hasta que llegaran los últimos minutos o quizá no podía hacer otra cosa ante la impotencia que sentía por ser ampliamente superado.
Recién en los últimos 25 minutos se animaron los Periquitos, pero el Barcelona, como respuesta, mandó a la cancha a su nueva estrella: Philippe Coutinho, quien ingresó a los 67 minutos en reemplazo de Iniesta (lo que sería todo un adelanto de lo que sucederá a futuro). Momento histórico el del cambio y el debut de Coutinho, pero restaba saber si el jugador por el que el Barcelona pagó 160 millones de euros iba a entrar con buen pie en el club. Además cargaba sobre su espalda un número, el 14, que era de alguien querido por la afición como Javier Mascherano, quien se fue a China.
El efecto Coutinho se hizo sentir rápidamente y el Barça recordó que un gol rival lo eliminaba Apretó el acelerador y a los 75, el brasileño asistió a Luis Suárez en el medio del área, pero el remate del uruguayo fue extraordinariamente tapado por el portero Pau López, quien se quedó también con el disparo de Rakitic en el rebote. Y a los 78, Messi volvió a probar desde afuera del área, pero la pelota se fue apenas al lado del poste.
El Espanyol tuvo su mejor oportunidad en una contra rápida de Léo Baptistão por izquierda que Gerard Moreno no llegó a definir porque Jordi Alba venía hostigándolo. El árbitro ni se inmutó ante el pedido de penal del visitante. Finalmente, Messi tuvo una chance clarísima a los 88 minutos, pero su cabezazo dio en el poste.
El Barcelona sufrió más de lo que merecía, pero sólo por la ansiedad que le generaba un posible gol del Espanyol que por reales apremios. De todas maneras le alcanzó para asegurarse el pase a semifinales, prolongar su sonrisa y hacer más amplia la brecha que lo separa esta temporada de su clásico rival, tanto en Liga como, ahora, en la Copa del Rey.