Debutó en España cuando en España la moda era debutar mediocampistas. Eran los años mozos de los Xavi, los Xabi y los Iniesta, quienes a su vez habrían de poner de moda el tiki-taka. Así que el técnico mexicano Javier Aguirre lo colocó en el medio campo de Osasuna en 2004 y tres campañas después lo llevó al Atlético de Madrid previo pago de 15 millones.
Era uno más del montón hasta que Simeone lo cambió de posición
Aprendiendo sobre la marcha, Raúl García demostró que el buen jugador de fútbol no solo nace, también se hace.
Pero Raúl García era todo, menos tiki-taka. Originario de Pamplona, donde el césped se inunda y convierte en lodo cuando llueve, (casi siempre), creció disputando el balón arriba y no abajo. La pelota no es la bola de billar que rueda sobre terciopelo verde, sino la ráfaga de viento que vuela sobre la llanura. Los brazos no son para cubrirla y pasarla, sino para abrirlos al saltar y dañar al rival antes de que él te dañe a ti.
Aguirre también quiso llevar las austeras formas osasunistas al ‘Atleti’ y fracasó. Terminó cesado y, tras él, al banquillo colchonero llegaron místers españoles de resultados mixtos que a veces sí y a veces no ponían a García. Era pues un mediocampista español cuyo fútbol no correspondía al del mediocampista español estereotípico: no gestionaba transiciones ni dominaba el juego posicional, como los de la selección.
Tres temporadas después, 2010-2011, estaba de vuelta en Pamplona. Prestado y lleno de lodo. Peleando por eludir el descenso abajo y los codos rivales arriba. No obstante, se había destapado con diez goles.
Eso, hasta que al Atlético llegó el técnico más anti-tiki-taka del mundo. De jugador, Diego Simeone fue matón, matarife y matador de las medias canchas. Recibió a García en el Vicente Calderón y una mañana soleada durante el entrenamiento halló en él a un mediocampista español único. Uno capaz de hacer aterrizar pelotazos para Falcao primero y para Diego Costa después.
Y el ‘Cholo’ dio con la tecla: García no era mediocampista. Era otra cosa.
Una noche lluviosa de eliminatoria copera en cancha del Athletic de Bilbao lo puso con Costa adelante. Ambos anotaron: García de volea, Costa a la contra con el adversario presa de la desesperación. Cholismo y no tiki-taka. Días después, la frente de García le daría una victoria clave al ‘Atleti’ en Valencia para ganarle la liga al Barça sacando un empate del Camp Nou en la última fecha.
Pero el alto perfil de un club como el colchonero hacía imposible ver a García iniciando siempre. No con lo pagado por Antoine Griezmann, por Jackson Martínez y por Luciano Vietto (aunque solamente el primero fructificó). Así que García fichó por el club más anti-tiki-taka de La Liga: el mismísimo Athletic, que es fuerza, fútbol y categoría.
Además de llevar su fútbol a Bilbao, llevó su anti-fútbol. Porque él no es un romántico ni un ingenuo. Entrenando con Simeone y jugando con Costa aprendió a trabajar con sus propias herramientas: a jugar en el Bernabéu, en Barcelona o en Europa como se juega en Pamplona. A propinarle una piña a Sergio Ramos en un tiro de esquina. A quedársele viéndolo a los ojos y a no bajarle la mirada a fin de no ceder a la intimidación (ver fotogalería arriba).
Con 30 años, Raúl García finalmente es fijo y figura. Toma la estafeta que el inagotable Aritz Aduriz le cede con una sonrisa en el rostro como emblema de los Leones de San Mamés. Con 30 años, ese mediocampista austero debutado en tiempos de mediocampistas finos y elegantes finalmente halló su lugar en La Liga.
Debe mencionarse: García ha metido más del doble de goles que Xabi Alonso, treinta más que Iniesta y otros tantos más que Xavi (y contando). Pues claro: no es mediocampista. Es otra cosa.