Por @CesarKickoff
Esto también es Alemania: anarquía, vandalismo y pirotecnia en un partido de fútbol
Tanto el Hansa Rostock como el Hertha Berlín son clubes de resultados mediocres, así que la explicación al caos está en otra parte.
‘La violencia en los partidos del Este de Alemania alcanzó nuevos niveles de destrucción durante el fin de semana, con fanáticos vandalizando las calles y con la policía disparando cañones de agua para dispersar a los rijosos’.
Así se leía la prensa en 1991, con motivo de un partido entre un club de Berlín llamado FC Berlín (no está claro si se trata del FC Union Berlín, que aún existe) y el FC Hansa Rostock: último campeón de la desaparecida República Democrática Alemana (la Alemania comunista), cuyo título sirvió para acceder a la Bundesliga de la República Federal Alemana (la Alemania capitalista, la actual).
Más de 16 años después, el duelo de primera ronda por DFB Pokal, la copa germana, entre el Hansa y el Hertha de Berlín demostró que Alemania también puede ser estadio desastre: dos veces debió detenerse el fútbol por bengalas y proyectiles arrojados desde las gradas del Ostseestadion de Rostock hacia policías, fanáticos y futbolistas.
¿Cómo es posible que un partido entre un club promedio de la Bundesliga como el Hertha y uno de la 3.Bundesliga como el Rostock haya suscitado imágenes de violencia y caos por fanáticos encapuchados? (ver fotogalería)
Esta es la explicación convencional: ambas escuadras están localizadas geográficamente en la zona más rezagada del país, la oriental, la que fue golpeada por el modelo comunista en cuanto a desarrollo económico y social. Por tanto, los actos vandálicos vistos durante este partido son menos propios de Alemania que de un país subdesarrollado cualquiera.
Esta es la explicación futbolera-cultural: ambas escuadras están localizadas geográficamente en la zona más fascinante del país, el norte, cuya historia medieval se caracterizó por un novedoso sistema político y económico capaz de competir militarmente contra los grandes imperios de Europa. Se trata de la Liga Hanseática, o simplemente la Hansa (de ahí que el equipo se llama FC Hansa Rostock).
En su apogeo, casi diez siglos atrás, la Hansa no fue un reinado con un rey y una reina, ni nada por el estilo. Simplemente fue un acuerdo comercial entre varias ciudades autónomas para defenderse y desarrollarse mutuamente, creando así un arraigado sentido de pertenencia entre sus pobladores. A pesar de jugar en la tercera división y ser un pobre equipo de fútbol, el Rostock mete a más de diez mil seguidores cada dos semanas en su Ostseestadion.
El Hertha también mete diez mil seguidores al Olympiastadion de Berlín. Aunque al Olympiastadion le caben 75 mil. Esos fanáticos del club capitalino, no obstante, son harto conocidos por ser de los mejores organizados de toda la Bundesliga cuando se trata de hacer desastre e invadir campos de juego.
Visto desde la perspectiva futbolera-cultural, el partido entre FC Hansa Rostock y Hertha de Berlín no fue un choque en las tribunas entre rebeldes sin causa, sino entre miembros de una misma familia. Y hasta en las mejores familias hay peleas.
A veces Alemania no parece Alemania. O más bien, a veces olvidamos que Alemania también puede ser otra Alemania. Se trata de un país futbolero donde el balón puede despertar pasión y desbordarla hasta el caos, aun en partidos terribles entre equipos de distintas divisiones pero unidos por lazos de sangre.