Por Omar Carrillo H.
@OmarCarrilloHH
Capítulo dos: El Mundial de Norteamérica; la infraestructura
Estados Unidos, México y Canadá buscarán organizar el Mundial del 2026 de manera conjunta, pero no todo es color de rosa. Analizamos los pros y los contras del evento.
Al Mundial del 2026, necesariamente, le tocará inaugurar un nuevo formato de competencia. Desde Francia 98 y hasta Catar 2022, se mantendrá sin cambios significativos con 32 selecciones.
Estados Unidos, México y Canadá han presentado una propuesta para marchar juntos por la candidatura de esa Copa del Mundo que aguardará innovaciones.
La primera de ellas, una competencia con 48 equipos nacionales que no tendrán en la primera fase tres partidos como se viene haciendo sino únicamente dos.
A riesgo de cambiar en cualquier momento según diga la FIFA, se jugará con 16 grupos de tres equipos cada uno.
Avanzarán los dos primeros y los 32 conjuntos que queden se medirán a eliminación directa y así hasta que queden dos en la gran final.
Haciendo sumas, el evento tendrá 80 encuentros: 48 de la fase de grupos, 16 en la ronda de dieciseisavos, ocho en la ronda de octavos, cuatro en la de cuartoss, dos en semifinales, uno más por el tercer puesto y la final.
Para todo ello, se necesitarán al menos 18 estadios, 18 sedes. Que posiblemente quedarán distribuidas de la siguiente manera: 12 en Estados Unidos para sus 60 partidos; tres en México y tres más en Canadá para los 10 duelos de cada una de estas naciones.
Los dos últimos podrían albergar a tres grupos con sus nueve partidos y un encuentro más de deiciseisavos u octavos de final. Pero todo eso, finalmente, lo decidirá la FIFA.
Para ello, el organismo exige que los inmuebles que se ocupen para la primera fase, los octavos de final, los cuartos de final y en el duelo por el tercer sitio, tengan al menos una capacidad para 40 mil personas sentadas en butacas. Los dos de semifinales deben tener una aforo para 60 mil y el de la final para 80 mil.
Ninguno de los tres países tendrá dificultad para llenar esos requisitos.
Tan solo Estados Unidos, producto del fútbol americano estudiantil y profesional, así como del muy reciente auge de la MLS, cuenta con más de cien recintos con una capacidad de 40 mil espectadores o más.
Pero por supuesto, los estadios candidatos más viables serán los más tradicionales junto a los más recientes y modernos como los que enseñó en la pasada Copa América Centenario.
El MetLife de Nueva Jersey (82 mil), el NRG en Houston (71 mil), el Rose Bowl en California (92 mil), el Levi´s Stadium también en California (68 mil), el Gillette Stadium en Massachusetts, el Soldier Field de Chicago (61 mil) y el Century Link Field (67 mil), solo por citar algunos.
México cuenta con al menos siete u ocho inmuebles con la infraestructura necesaria y con al menos otros cinco que con adecuaciones menores alcanzarían el aforo necesario.
Por supuesto, los favoritos son el Estadio Azteca en la Ciudad de México (87 mil) -que viviría se tercer Mundial-, el nuevo BBVA Bancomer de Monterrey (51 mil) y el también nuevo Chivas en Guadalajara (49 mil).
Por sorpredente que pueda parecer, Canadá apenas cuenta con cuatro inmuebles con lo necesario para la primera fase y ninguno de ellos podría, por ejemplo, ser escenario de la final.
Dos de ellos han sido sedes de las dos competencias futbolísticas recientes que ha albergado aquella nación: el Mundial Sub 20 en el 2007 y el Mundial femenil del 2015.
El Estadio Olímpico de Montreal (66 mil) y el Estadio de la Mancomunidad en Edmonton (60 mil). Los otros dos son el Estadio BC Place en Vancouver (59 mil) y el Rogers Centre en Toronto (53 mil).
Tampoco parece haber problemas con los sitios de concentración y entrenamiento que ocuparían las distintas selecciones en las tres naciones.
De nuevo, las instalaciones universitarias podrían salir al quite en Estados Unidos y Canadá, así como las de los equipos de la Liga MX en México. Todas son de muy alta calidad.
En la presentación de la candidatura para el Mundial del 2026, no se habló de construir nuevos estadios o instalaciones de millones de dólares, pero eso no quiere decir que no vaya a ocurrir. Sin embargo no parece ser la intención de ninguna de las tres partes.
Sobre todo luego de que Sunil Gulati, presidente de la federación estadounidense de fútbol, aseguró que esperaban que el evento “no cueste tanto porque la infraestructura ya está”.
De cualquier manera, prácticamente la totalidad de los estadios y de las instalaciones deportivas deberán sufrir adecuaciones necesarias y exigidas por la FIFA, y puede que no todas resulten tan económicas como se piensa.
Así la infraestructura deportiva, pero todavía habrá que evaluar la de las ciudades sedes que es ahí donde buena parte del gasto se puede disparar.
No por nada, el organismo pide apoyo irrestricto de los gobiernos para llevar al cabo la competencia. Aunque una de las preguntas que se ha quedado en el tintero, por el momento, es saber como financiará cada país la competencia. Si lo harán con fondos públicos o privados o una combinación de ambos y en qué porcentaje.
Porque la calidad de las vías de comunicación, de las vialidades, de los medios de transporte nacionales e internacionales, del hospedaje, de las redes de telecomunicaciones, incluso de los hospitales y de la seguridad debe ser de alto nivel para acoger a los seguidores de los países en competencia.
Ahí cualquiera de las metropolis elegidas -sean primermundistas o en vías de desarrollo, pequeñas o monstruosas-, se puede llevar una sorpresa para cumplir los requerimientos de la FIFA y eso podría elevar el presupuesto planeado de manera exponencial.
Por ejemplo, la Ciudad de México (una de las urbes con más probabilidades de ser sede por México y donde jugaría seguramente el Tri sus partidos) cuenta con problemas de tránsito y vialidades saturadas.
Su transporte público es en muchos casos viejo u obsoleto. Ni que decir de sus niveles de contaminación y de inseguridad, además del bajo nivel de sus telecomunicaciones.
Modernizar o resolver, cuando no controlar o al menos mantener en un nivel exigido por la FIFA, todo ello y lo que venga, podría costarle mucho más de lo que se ha pensado en un primer momento.