Las historias de amor también son parte del deporte, no sólo por parte de los fanáticos entregados a los colores de sus clubes, sino de los mismos atletas.
La emotiva carta de amor que Francesco Totti le dedicó a la Roma
El veterano crack publicó una carta dirigida al club y a su afición cuando inicia de su última campaña como 'giallorosso'.
En el fútbol son escasos estos ejemplos, lo que los enaltece aún más como al italiano Francesco Totti, capitán, emblema y corazón de la Roma durante los últimos 25 años, lapso en el que los contados títulos logrados (un 'Scudetto' y dos 'Coppas Italia') pasan a segundo plano. Hoy en día, la lealtad de un 'one club man' es única en un mundo globalizado.
Totti eligió The Players Tribune para publicar una carta dirigida a Roma, al equipo y a su afición para sacar un cúmulo de sentimientos y emociones vistas en retrospectiva cuando el veterano crack vive el inicio de su última campaña como 'giallorosso'.
Esta es la carta publicada por Totti a la afición de la Roma
" Hace 27 años alguien llamó a la puerta de nuestro apartamento de Roma. Mi madre, Fiorella, fue a abrir. Las personas que estaban detrás habrían podido cambiar mi carrera como futbolista.
Cunado abrió la puerta un grupo de señores se presentaron como dirigentes deportivos. Pero no eran de la Roma: vestían de rojo y negro. Eran del AC Milan y querían que fuera a formar parte de su equipo. A toda costa. Mi madre puso el grito en el cielo. ¿Qué habían dicho esos señores?
Cuando eres un chico de Roma, sólo hay dos opciones: o eres amarillo-rojo o blanco-celeste. Roma o Lazio. En nuestra familia existía sólo una elección posible.
Desafortunadamente no tuve la suerte de conocer a mi abuelo, porque murió cuando era un niño. Pero me dejó un regalo fantástico. Por suerte para mí, mi abuelo Gianluca era un fanático de la Roma y le transmitió ese amor a mi padre que, a su vez, lo trasladó a mi hermano y a mi. Nuestro amor por la Roma fue algo que llevamos siempre. Roma era más que un club de fútbol. Era parte de nuestra familia, nuestra sangre, nuestras almas.
No tuvimos la oportunidad de ver muchos partidos por televisión porque, aunque se disputaran en Roma, no los retransmitían habitualmente en los años ‘80. Cuando cumplí 7 años, mi padre compró entradas y finalmente pude ir a ver a la Loba en el estadio Olímpico.
Aún puedo cerrar los ojos y recordar aquella sensación. Los colores, los cantos, el humo de los petardos que explotaban. Me sentía un niño tan completo sólo por estar en el estadio alrededor de otros hinchas de la Roma que se encendió algo dentro de mí. No sé cómo describirlo.
Bellísimo. Esta es la única palabra que se me ocurre. No creo que nadie en mi barrio de San Giovanni me haya nunca visto sin un balón en los pies. Jugábamos a fútbol en todas partes, en los adoquines, cerca de las iglesias, en los callejones. En todas partes.
Desde la infancia el fútbol era para mí mucho más que una simple pasión: era ambicioso y quería que se convirtiera en mi profesión. En las paredes de mi habitación tenía pósters y recortes de diarios de Giannini, el capitán de la Roma. Era mi ídolo. Un símbolo porque era un chico romano igual que yo.
Luego, cuando tuve 13 años, alguien llamó a nuestra puerta. Esos señores del Milan me propusieron convertirme en rossonero: una oportunidad para hacer carrera en un gran club italiano. Obviamente no era una decisión que podía tomar solo. Mi madre ha sido siempre la jefa y lo es todavía ahora. Ella, como todas las madres italianas, es muy protectora con sus niños y de hecho no quería que me fuera de cara por miedo a que me sucediera algo. “No, no”, le dijo a los dirigentes. Es todo lo que tenía para decir: “Lo siento, no, no”.
El fin de semana mi padre nos acompañaba a mí y a mi hermano a nuestros partidos mientras mi madre tenía el control de todo de lunes a viernes. Fue difícil renunciar a la propuesta del Milan porque habría significado mucho dinero para nuestra familia, pero lo que hizo mi madre ese día me dio una gran lección: tu casa es lo más importante en la vida.
Solo unas semanas más tarde, fui elegido durante un partido y la Roma me hizo una oferta. Iba a vestirme de giallorosso. Mamma lo sabía. Ella me ayudó durante mi carrera de muchas maneras. Sí, era protectora -y aún lo es-, pero hizo muchos sacrificios para asegurarse que estuviera en el campo de fútbol cada día. Sé que esos años fueron duros para ella.
Fue mi madre la que me llevaba a entrenar. Fuera del campo, me esperaba. Me esperaba dos, tres, algunas veces cuatro horas mientras entrenaba. Esperaba en la lluvia, en el frío, no le importaba. Esperaba para que pudiera cumplir mi sueño.
Hasta 90 minutos antes del partido no tenía ni idea de que debutaría en el Olímpico. Me senté en el bus que nos llevaba de Trigoria al estadio y sentí crecer en mi la adrenalina. La serenidad que tuve en la noche previa se había ido. Los tifosi de la Roma son distintos de todos los demás. Hay mucha expectación cuando te enfundas la camiseta giallorossa. Tienes que demostrar lo que vales y no hay lugar para los errores.
Cuando entré en el campo por primera vez me sentí abrumado por el orgullo de jugar para mi ciudad, para mi abuelo, para mi familia. En 25 años, esa presión -ese privilegio- nunca ha cambiado.
Por supuesto he tenido errores. Incluso hubo un momento hace 12 años cuando considere la posibilidad de dejar la Roma e irme a jugar al Real Madrid. Cuando un equipo exitoso, tal vez el mejor del mundo, te pide entrar y formar parte, comienzas a pensar cómo sería tu vida en otro lugar. Hablé con el presidente y eso marcó la diferencia. Al final fue la conversación que tuve con mi familia, la que me recordó en qué consiste la vida. El hogar lo es todo.
En estos 39 años Roma ha sido mi casa. En estos 25 años de carrera, la Roma ha sido mi casa. Espero haber representado el club de la mejor manera y haber levantado los colores de la Roma lo más alto posible ganado el Scudetto y disputando la Champions League. Espero que estéis orgullosos de mí.
Se me puede definir como un animal de costumbres. Dejé la casa de mis padres sólo cuando me casé con mi mujer, Ilary. Entonces cuando miro hacia atrás y pienso en lo que extrañaré la rutina y las cosas de todos los días. Las muchas horas de entrenamiento, las charlas en los vestuarios. Lo que más extrañaré será compartir un café con mis compañeros, todos los días. Quizás si vuelvo como entrenador algún día, podré disfrutar todavía de esos momentos.
Muchos me preguntan, ¿por qué has pasado toda tu vida en Roma? Roma representa mi familia, mis amigos, la gente que amo. Roma es el mar, las montañas, los monumentos. Roma, por supuesto, son los romanos. Roma es el amarillo y el rojo. Roma, para mí, es el mundo. Este club y esta ciudad, han sido mi vida.
Siempre".