Hasta los años ochenta, el mundo se dividía entre comunismo y capitalismo. El modelo comunista no funcionó, pero el modelo capitalista tampoco parece económicamente sostenible.
La guerra Estados Unidos-Rusia por el Arsenal de Arsene
Aquí lo que nadie explica sobre el club que arrasó la Premier en 2004 y que ahora vive en la medianía.
Arsene Wenger, director técnico del Arsenal FC.
Para quienes aún no lo conocen, Wenger es quizá el único entrenador del mundo con opiniones críticas del mercado del fútbol internacional. No es él un Mourinho ni un Guardiola para pedir y comprar jugadores sin preguntar cuánto ni por qué. ‘En Arsenal nosotros vivimos con el dinero que producimos. Otros equipos tienen ingresos artificiales, de sus dueños’.
El Arsenal es quizá también el único club de fútbol del mundo que intenta sostenerse en lo más alto sin hacer lo que hacen quienes sí están en lo más alto: fichar a los más conocidos pagando precios exorbitantes. A mediados de los años noventa, Wenger no era el más conocido. Más bien era un donnadie. Un donnadie que entrenaba al Nagoya Grampus de Japón y quien de buenas a primeras acabó en el Arsenal de la mano del vicedirector David Dean.
Dean fue criticado por los otros miembros de la mesa directiva del club londinense. Querían a Johan Cruyff y en su lugar les llevaron a un francés pueblerino, larguirucho y narigón desembarcado de la tierra del Sol Naciente. Pero los directivos ingleses cedieron: el tipo sabía de fútbol, tenía experiencia y quería el puesto. Acabó dándoles sus tres títulos de Premier League hasta la fecha. Uno de ellos, sin perder ninguno de los 38 juegos del calendario 2003-2004 (ver fotogalería arriba).
Entonces llegó el nuevo estadio. Demoró años y millones, pero acaso lo más costoso para un sector considerable de los aficionados 'gunners' fue el discurso de austeridad de Wenger a partir de su inauguración en 2006. ‘No es fácil edificar uno nuevo y seguir donde siempre. Si miras a todos los clubes que construyeron estadios nuevos -Derby County, Leicester City, Coventry City, Southampton-, todos terminaron cayéndose’. El chantaje sentimental del míster, dicen sus críticos, consiste en recordar la bancarrota que evitó para justificar la larga agonía del fracasar y fracasar.
El Leicester quebró y fue posteriormente comprado por un tailandés antes de ascender a la Premier y levantar el título en el King Power Stadium. Asimismo, esa mesa redonda de caballeros londinenses tan característica del aristocrático Arsenal debió vérselas con los tiempos modernos al aceptar vender acciones del equipo a multimillonarios estadounidenses y rusos. Con las compras de Mesut Özil al Real Madrid y de Alexis Sánchez al Barcelona, comenzó pues a agrietarse la armadura discursiva de Wenger. Los golpes comenzaron a darle directo en la nariz.
Wenger vive atrapado entre dinero ‘bueno’ y dinero ‘malo’. Stan Kroenke, el estadounidense accionista mayoritario del club, y también dueño de los Rams de la NFL, representa el buen capital que lo respalda a él (y a los caballeros de la mesa redonda). Con Kroenke se fundió en un abrazo al subir al podio del estadio de Wembley para levantar la FA Cup ganada al Chelsea. Kroenke es para Wenger la esperanza de volver a alzar el trofeo de la Premier para después decir adiós como los grandes.
El mal capital viene de Rusia. O más bien de Uzbekistán en la persona del presidente de la Federación Internacional de Esgrima, Alisher Usmanov, quien puso más de mil millones sobre la mesa a fin de adueñarse del Arsenal y comprarle fichas de oro, plata y diamantes. Los más conocidos y más caros. Kroenke lo rechazó y extendió dos años más a Wenger en el banquillo del Emirates Stadium para cólera de quienes quieren ver al Arsenal hacer lo que hace el Madrid, el Bayern, el Barça, el United o el City.
A final de cuentas Wenger vive atrapado en el sistema capitalista. Sea 'bueno' o sea 'malo', el dinero sigue siendo dinero y sigue exigiendo rendimientos. Sin éxito la próxima temporada, su futuro estaría hipotecado.