Hace tiempo, cuentan los que vivieron el inicio del clásico nacional, l a rivalidad entre América y Chivas se inició por la inversión de uno de ellos en jugadores, que para el mercado nacional eran inalcanzables, es más, el ver jugadores extranjeros era algo que desde ya representaba animadversión.
Clamamos rivalidad, el 'más odiado' se indignó y el "más querido" pidió perdón
Rodolfo Pizarro encendió una polémica, 'Piojo' Herrera la contestó ante la 'indignacion' azulcrema y al final todos se espantaron.
Pasaron los años, se formó el clásico nacional y desde entonces Chivas y América han sido rivales.
Sin embargo, con el paso de los años, la ferviente rivalidad se ha enfriado. Comenzó la época de los 90's y con ella el intercambio de jugadores.
Tan normal se convirtió ver jugar a Ricardo Peláez en Chivas como a Ramón Ramírez en el América. Alguien estaba terminando con el clásico nacional y lo hacía bien. En los 90's solo Chivas alzó el título y América no figuró. Llego el siglo XXI y América alzó dos campeonatos mientras Chivas solo uno, aunque la relevancia internacional parecía reavivar todo.
Sin embargo, semestres después America se metió en una crisis, Chivas hizo lo propio peleando hasta el descenso y no había forma de crear una verdadera rivalidad.
Hoy ambos se reencuentran en una época en la que están parejos en títulos, uno invierte y el otro también; uno gana y el otro le responde con títulos. Qué mejor escenario.
Sin embargo, aparece un jugador, le mienta la madre a los "más odiados" y todos nos indignamos.
"¿ Cómo es posible?", "Oh, jugador no puede hacer eso, es un ejemplo para los niños", "Pizarro se escondió, no dio la cara al decirlo, qué tenga 'pantaloncitos'", claman desde el equipo que presume ser arrogante y odiado.
Esos mismos que siguen presumiendo que uno de sus más grandes ídolos festejo orinando como perro en la portería o pegándole a un periodista en un vestidor. En fin.
L a doble moral en México y en el fútbol mexicano, en específico, es un mal que ha hecho tanto daño como una mala elección durante los 90 minutos de un partido.
O dejamos de pedir que la rivalidad se reavive o dejamos de espantarnos por una mentada de madre, que como todos, hemos escuchado a diario y a veces hasta la tomamos con gracia... hasta donde nos conviene o nos parece ideal.