Fidel Kuri no es un político moderno: carece por completo de la habilidad de ocultar sus verdaderas intenciones. Ni como diputado federal ni como dueño del Veracruz logró volverse camaleónico y tampoco pudo aplicar la estrategia del “gatopardismo,” según la cual es preciso cambiarlo todo para que todo siga igual.
Opinión | El Tibu de Fidel Kuri: breve historia de la afición más fiel de la Liga MX
¿Es posible seguir apoyando al Veracruz a pesar de sus paupérrimos resultados y a sabiendas de sus flagrantes manoseos políticos?
El hombre es traslúcido, como el cristal del acuario donde nadan los Tiburones Rojos.
En La Piedad jamás mintió. Con la gente festejando extasiada el ascenso de los ‘Reboceros’ en las gradas del Estadio Carlos N. López, Kuri aceptó que se llevaba al equipo con todo y utileros hasta el puerto jarocho mientras de su cuello colgaba un collar con el escudo metálico de los Albinegros de su natal Orizaba.
Tampoco mintió cuando, hacia fines del sexenio del hoy caído en desgracia Javier Duarte de Ochoa, reconoció que todo aquello que no fuese una victoria del PRI en las elecciones estatales del 2016 serían malas noticias para la afición jarocha. “O gana Héctor Yunes o el Tiburones tiene riesgo de que se vaya; tengo tres propuestas: una es Yucatán… Tamaulipas y Sinaloa.”
La bancarrota del tercer estado más grande de la república mexicana, en términos de número de votantes empadronados, puso punto final a aquel equipo del goleador Julio Furch, el del par de liguillas consecutivas y del título de Copa MX, como Kuri lo denominó en su carta abierta a los aficionados, prometiéndoles tiempos mejores, cual si fuera campaña electoral.
Entre sus numerosos vicios, la gran virtud de Fidel fue evidenciar que los escualos son un espécimen único en la fauna de Liga MX cuya lucha por la supervivencia siempre fue menos táctica y futbolística que política y económica. Irle al Veracruz es irle a un equipo de fútbol que muchas veces no es equipo de fútbol.
Por eso el ‘Pirata’ Fuente es el mejor escenario de la tragicomedia de nuestro fútbol. El del golpe de Cuauhtémoc a ya saben quién. El de la agresión de un Kuri embriagado de la noche tropical contra Edgardo Codesal. El de la botarga disfrazada del cura Miguel Hidalgo o de Goku Super-sayayín. Y desde luego el del tlacuache que hizo al Veracruz famoso en Alemania.
Y en medio están los tiburones de hueso colorado, quienes siempre son conscientes de que su equipo suele transformarse en un espectáculo circense donde la fidelidad es innegociable aún a costa de golizas y vergüenzas.
El mar de los Tiburones Rojos cambia pero sigue igual. Es el mar de Fidel Kuri como el Poseidón veracruzano, empecinado en hundir a sus escualos bajo la promesa de sacarlos a flote tras haber tocado fondo. La inexplicable existencia de gente que le va al Veracruz, no obstante un hundimiento que no fue el primero ni será el último, demuestra que en el Puerto navega la mejor afición de la Liga MX.