Mark Pulisic, el papá del fútbol en los Estados Unidos
La historia del hombre que crio, educó y moldeó al crack de los Estados Unidos.
Christian Pulisic es el ‘Niño Maravilla’ del fútbol estadounidense. Con 18 años y 5,8 pies de estatura, dribla rivales en la Bundesliga y en su selección. Desde su aparición profesional, con apenas 16 años, el nacido en Hershey, Pensilvania, pinta para ser el mejor jugador de la historia del país. Lo que pocos saben es que todo empezó desde antes de que naciera, con su padre y también futbolista, Mark.
El último sábado de mayo Christian Pulisic ganaba con el Borussia Dortmund la Copa de Alemania. Mientras tanto, su padre se encontraba a más de 4.000 millas de distancia entrenando al Rochester Rhinos, club de la USL (United Soccer League, la Segunda División de los Estados Unidos) del que es asistente desde febrero de este año. Con edades, rutinas y hasta zonas horarias diferentes, a los Pulisic los separa la distancia pero los une el fútbol.
- Jugador más joven en la historia de Estados Unidos en jugar un partido de eliminatoria: a los 17 años y 193 días contra Guatemala en el camino a Rusia 2018.
- Extranjero más joven en anotar un gol en Bundesliga: 3-0 contra el Hamburgo, a los 17 años y 211 días.
- Goleador más joven en la historia de Estados Unidos: marcó uno de los cuatro goles contra Bolivia en un amistoso, a los 17 años y 253 días.
Mark Pulisic tiene casi la misma estatura de su hijo, solo que con unas libras de más y unos pelos de menos. Hoy su vida transcurre en el estado de Nueva York, muy cerca de la frontera con Canadá. Mientras su hijo juega con Aubameyang y Dembelé, él entrena a jugadores menos conocidos -pero igual de profesionales- que están bajo el mando de su amigo y jefe inmediato, Bob Lilley, entrenador del club. Con una historia que se remonta a 1996, el Rhinos juega de local en la ciudad donde se fundó la mundialmente conocida marca de rollos y cámaras fotográficas Kodak, y se precia de ser el único club fuera de la MLS que ha ganado la US Open Cup, en 1999 contra el Colorado Rapids. El trofeo de la USL en 2015 es su título más reciente.
Con 48 años, el fútbol siempre ha sido la vida de Mark. Nacido en Long Island, Nueva York, lo jugó en sus días de estudiante en la Universidad George Mason, Virginia, y luego en el Harrisburg Heat, de Pensilvania, en la desaparecida liga de indoor soccer. Hoy sus días transcurren entre los partidos de la USL, los entrenamientos en el Capelli Sports Stadium, casa de los Rhinos, o en las instalaciones del club. Allí es común verlo en ropa de trabajo: pantaloneta, tenis y una chamarra del equipo. Con Christian en Alemania y su esposa, Kelley, también exfutbolista y ahora profesora en Hershey, Mark tiene pocos motivos para ir a la casa. Además, allí no hay cancha de fútbol para jugar ni futbolistas a quienes entrenar.
Sabe que nunca fue lo suficientemente bueno para llegar al Team USA, pero estuvo muchos años en la liga de fútbol más competitiva de su país, la North American Soccer League, la antecesora de la Major League Soccer. Fue también el primer entrenador de Christian y lo tuvo en varios equipos infantiles. Desde esos primeros pasos supo que era diferente. Siempre enfrentaba a rivales dos años y dos cabezas más altos qué él e igual los superaba, como cuando tenía 13 años y ya jugaba para la selección Sub-15 de los Estados Unidos. Cuando se le pregunta por el secreto de su hijo atina a decir que no solo nació con un físico y una habilidad privilegiados, sino que también tuvo la suerte de contar con dos padres futbolistas que nunca lo presionaron para que siguiera su camino. Eso logró que Christian tomara el camino correcto y se convirtiera en jugador por gusto y no por obligación.
Pero Christian no solo es hábil para el fútbol sino para cualquier deporte, incluido el golf. Y además es tremendamente competitivo: siempre quiere ganar. Así, entre habilidad natural, una guía correcta y una mentalidad fuerte, se logró que el alumno superara al maestro (o el hijo al padre) y que Estados Unidos esté viendo el nacimiento de un futbolista que podría superar a Landon Donovan y a Clint Dempsey como referente del fútbol del país. Con el texano, que juega hoy en el Seattle Sounders, comparte selección. Lo que para Mark es una gran satisfacción por la oportunidad que tiene su hijo de aprender directamente de quien ha sido una de las figuras del equipo durante la última década.
Con edades, rutinas y hasta zonas horarias diferentes, a los Pulisic los separa la distancia pero los une el fútbol. |
Mark conoce su trabajo de entrenador a la perfección y su amistad de décadas con Bob Lilley le hace las cosas mucho más fáciles en Rochester. Cuando Christian tiene partido al otro lado del Atlántico es diferente y reconoce que le resulta difícil concentrarse, aunque al final lo logre. Es cierto que su hijo es una de las nuevas estrellas del fútbol europeo, pero él aún lo ve como un niño en un deporte de hombres. Ofertas por Christian hubo varias, y habrá muchas más, pero fue el Borussia Dortmund el que puso sobre la mesa las mejores condiciones deportivas y formativas. Por eso emigró a la Bundesliga con apenas 16 años pero no se fue solo. Mark viajó con él y estuvo a su lado durante más de dos años, tiempo en el que entrenó también a uno de los equipos infantiles del club alemán. Y aunque reconoce que dirigir en Europa fue una experiencia maravillosa, era hora de volver a su país y retomar su propia carrera. Hoy mira a la MLS como un lugar perfecto para continuar desarrollándose como entrenador.
Para Christian las cosas son diferentes. Mark le escapa a la soberbia y no afirma que su hijo sea la joya del fútbol de Estados Unidos. Apenas atina a reconocer que con él se demuestra que hay mucho talento en el país y que solo hay que saberlo trabajar. Espera que en el futuro casos como el de Christian se repitan con más frecuencia para que Estados Unidos se convierta al fin en una potencia mundial. ¿Cómo ve a su hijo en unos años? Ante esto Mark se vuelve aún más prudente y, luego de pensarlo mucho afirma -con algo de vergüenza y al mismo tiempo de seguridad- que si su hijo sigue así las posibilidades son infinitas. Lo ve jugando en los mejores equipos del mundo, disputando títulos individuales y colectivos. Ahí calla y no da más detalles para no comprometer la carrera de Christian, pero no está tan equivocado. El mundo del fútbol es consciente de que el 22 del Borussia Dortmund es una joya a la que hay que seguir.
- Anotador más joven del Borussia Dortmund en la Champions League: con 18 años y 171 días, hizo uno de los goles del 4-0 contra Benfica en el juego de vuelta de octavos de final.
- Estadounidense más joven en ganar un trofeo en Europa: la copa de Alemania en mayo pasado contra el Eintrach de Frankfurt, con 18 años y 251 días.
A Mark y a Christian los une la sangre, el fútbol y el FaceTime. Hablan día de por medio por esta vía, pero la comunicación se vuelve más frecuente en día de partido, cuando llegan a charlar antes y después del juego. Conversan de fútbol, por supuesto, se preguntan cómo va el equipo del otro, pero Christian también aprovecha para pedirle consejos. Quizás haya llegado más lejos que su padre, pero no olvida que es su mentor, su guía y también su crítico si es necesario.
El pasado 27 de mayo conversaron cuando Christian iba en el bus del equipo rumbo al estadio Olímpico de Berlín y luego Mark lo siguió a la distancia. Se alegró cuando ingresó en lugar de Marco Reus y celebró cuando fue derribado en el área para que Aubameyang marcara de penalti el 2-1 que le dio la Copa de Alemania sobre el Eintracht de Frankfurt. Mark vio todo junto a Bob Lilley, su amigo y jefe, en la sede del club. Un plan al que nadie más fue invitado. Al final del partido el club alemán realizó una gran fiesta y, en medio de ella, volvieron a hablar. Y aunque Christian estaba muy feliz por haber conseguido el primer título de su carrera como profesional, era Mark quien lucía visiblemente emocionado, al borde del llanto.
Orgullo de padre y amor por el fútbol, una mezcla que no puede salir mal.