¿Cuál es la necesidad de esforzarse y sudar de más pasado el minuto 90 cuando nadie se atreverá a cuestionarte, con semejante legado que cargas? ¿Cómo para qué arriesgar el físico y ensuciase como un plebeyo cuando tienes un lugar asegurado en la realeza futbolística? ¿Qué puede estar posiblemente motivándote a no claudicar, a estar comprometido cuando lo has ganado todo y estas disputando un encuentro indigno de tu carrera, entre coleros?
Hay que quitarse el sombrero ante el Señor Wayne Rooney por el compromiso mostrado con DC United
La MLS estuvo en boca de todos tras la extraordinaria jugada de Rooney, pero el contexto al que pocos pusieron atención, te erizara aún más la piel.
En percepción, la apuesta del D.C. United por Wayne Rooney como Jugador Franquicia parecía manufacturada en una época de antaño y no en la actualidad de la liga (y no se confundan; Zlatan Ibrahimovic en LA Galaxy no es Jugador Franquicia).
Sin embargo, ‘El Caballero’ que ahora viste de negro en la MLS, el “Señor Wayne”, bien podría tomar una frase utilizada con referencia a su tocayo Bruce Wayne, pero a la inversa:
“El Señor Wayne” no es el futbolista que DC United merecía, pero si el que necesitaba.
Poniéndolo en contexto, Rooney llegó a un club que perdió relevancia como ninguno otro en la liga en la última década. Un equipo sumamente gris en casi todos los sentidos. Un equipo que marcha en último lugar de la Conferencia Este. Un equipo con muy poco talento destacable en su plantilla.
Y Rooney…es Rooney. Un jugador que lo ha ganado todo a nivel de clubes y que en la selección de Inglaterra no se le puede reclamar nada. Es una leyenda del Manchester United, de su selección, del fútbol mundial.
La duda era casi inevitable: ¿qué tan comprometido estará Rooney con el cuadro capitalino?
Desde su llegada al D.C. United dio indicios de que no sería una “diva” en la cancha. No esperaría a que el balón le llegara al pie. No venía a caminar en la cancha y a exigir que el equipo jugara para él. No. Llegó y se acopló a lo que había, se entendió con los que saben con la pelota – Luciano Acosta, Yamil Asad – y como guerrero pareciera en ocasiones que él juega para ellos.
Pero con la jugada del domingo por la noche, la que le dio la vuelta al mundo, la que le erizó la piel a todos aquellos que disfrutan del fútbol, las dudas de su compromiso, profesionalismo, y sobre el motivo de su llegada a la MLS, quedaron enterradas.
Y no es porque la jugada haya terminado en gol, o ni siquiera porque Rooney evitó la derrota, es que me atrevió a afirmar lo del párrafo anterior.
A muchos se les escapa el contexto completo de lo que se estaba jugando el United ante Orlando City el domingo: muy poco o nada (hablando de éxito de los equipos en la campaña). D.C. es colero del Este y penúltimo general, Orlando es penúltimo del Este empatado en puntos con otros dos equipos. Orlando llegó al duelo con el United, con una racha de un ganado, un empate y 12 derrotas en sus últimos 14 partidos. Podría ocurrir que ninguno de los dos entre en los Playoffs, y estamos hablando de que el 50% de los equipos califican a ellos – así de mal andan ambos.
Y entonces pasemos a los que todos vieron. Era el minuto 96. Rooney pego un pique de 40 metros a toda velocidad, se barrió con el hambre de un chico en el potrero con mucho por demostrar, y luego condujo, bajó las revoluciones, y tuvo la visión y la técnica para meter un servicio pasado a segundo poste con ventaja para cabecear…para un tipo que a duras penas llega al ¡1.60 metros!
¿Qué necesidad tiene un hombre consagrado, ganador, crack, máximo goleador del Manchester United y la selección de Inglaterra, de pegar esa descomunal corrida para defender y evitar una derrota que igual no significaba nada en términos generales en lo que será la temporada de D.C. United y Orlando?
El esfuerzo puro de Rooney en esa jugada, la corrida y la barrida, ya era suficiente para desvanecer las dudas de su compromiso y a lo que venía a la MLS. El que haya evitado el gol de Orlando, para instantes después meter el pase para el gol del triunfo, son la cereza en el pastel del final de película.
Rooney fue la esencia pura del fútbol, el jugar por amor al juego, el buscar siempre ganar, el darlo todo, el poner el corazón por delante para luego sumarle el talento y regalarnos una joya.
Acosta apoda al británico “Señor Wayne”, y sí es un Señorón, pero bien podría ya cambiárselo a “Don Rooney”. No es la máxima estrella de la MLS, ni el que más la está rompiendo en la liga norteamericana, pero el respeto absoluto, se lo ganó a pulso.