A pesar de que las redes sociales estallaron enardecidas pidiendo la cabeza de Megan Rapinoe por un video de siete segundos donde ella habría menospreciado a un fanático, una pieza periodística del diario LA Times pone el dedo en la llaga: el Team USA no contó con ninguna latina entre sus 23 jugadoras.
Rapinoe se equivocó: Estados Unidos, sin latinas, no tiene diversidad
Un reportaje aparecido en Los Angeles Times sugiere que el fútbol femenino estadounidense está sesgado económicamente en perjuicio de las hispanas.
Bill Plaschke es el autor del reportaje titulado: "Equipo angelino de mujeres latinas intenta cambiar el rostro de la US Soccer". Él señala atinadamente que, cuando Rapinoe declaró en el desfile victorioso en Nueva York tras ganar el Mundial de Francia, "este equipo tiene mujeres blancas y mujeres de color y todo aquello que está a la mitad," ella se equivocó.
Plaschke cuenta la historia del LA Downtown Soccer Club, un humilde equipo compuesto principalmente por futbolistas hispanas de 15 y 16 años, cuyo perfil racial no encaja con una estructura que favorece a “mujeres blancas y ricas.”
“Sus sueños parecen lejanos. Estas chicas vienen de hogares que no pueden costear pagos cobrados por clubes que van de los dos mil dólares a los cinco mil dólares al año. Vienen de una cultura que tradicionalmente no apoya a las mujeres deportistas. Viven en áreas de la ciudad muy lejanas de las academias de élite del sur de California.”
La selección de Estados Unidos que recientemente conquistó su cuarta Copa Mundial Femenina de la FIFA tuvo una plantilla con solamente cinco mujeres de color. El resto eran estrellas consagradas como la misma Rapinoe, Alex Morgan, Rose LaVelle y Julie Ertz.
El presidente del LA Downtown se llama Mick Muhlfriedel, quien opera al equipo gracias al trabajo de voluntarios y ha conseguido donativos para financiar los uniformes y el pago de la participación en distintos torneos. De acuerdo a Plaschke, algunas jugadoras desembolsan 25 dólares mensuales, aunque no es una cuota obligatoria.
“Tenemos un lema,” le contó Muhlfriedel a Plaschke. “Si tú puedes jugar, entonces puedes jugar.”
Las chicas provienen de zonas periféricas de Los Angeles como Paramount, Compton, Bell y Pico-Unión. Su camino rumbo a los campos de entrenamiento cruza por zonas peligrosas como asentamientos de gente sin hogar y callejones frecuentados por pandillas.
Nayelli Barahona, una de las jóvenes jugadoras, narró el gran choque socioeconómico y cultural cuando ella y sus compañeras deben jugar en zonas exclusivas de California como el Orange County:
“Puede parecer intimidante, pero nosotras no permitimos que lo sea. Llegan a jugar en automóviles de lujo, sus uniformes y zapatos son nuevos. Nosotras no tenemos tantos privilegios como ellas.”
“Muchos padres llegan a gritarnos a nosotras durante los partidos cuando están enojados. Siempre nos dicen, ‘Lárguense a sus países, ustedes no son de aquí, no merecen jugar en estas canchas.’ Sí, es difícil” terminó Barahona sus palabras ante Plaschke.