El mercado se sacudió en el verano del 2013 cuando Neymar y Gareth Bale llegaron al futbol español. FC Barcelona y Real Madrid apostaban por los que parecían ser los sucesores naturales del duopolio o al menos esa fue la suposición.
Raúl Méndez | Gales. Golf. Madrid. En ese orden.
Neymar y Bale, dos jugadores que han marcado historia dentro de LaLiga.
Así el club blaugrana orquestó una dudosa operación por Ney mientras Florentino Pérez convirtió al galés en el fichaje record del momento.
Ambos fueron recibidos por multitudes renovadas de ilusión y asumían que su papel sería secundario porque estaba claro que el rol de máximas estrellas ya tenía dueño. Como es costumbre en el acto de presentación profirieron que cumplieron sueños de la infancia al llegar a su nuevo club, bla bla bla. Lo mismo que se escucha en estos casos.
Se fue la primera temporada en España y la liga no acabó en Cataluña pero sí en la capital española aunque no se celebró en las Cibeles sino en Neptuno. Atlético de Madrid fue el campeón en ese primer año de Neymar y Bale.
Al paso de los años demandaron un papel protagónico porque no se sentían lo suficientemente valorados. Cuentan que después de liderar la remontada espectacular sobre PSG, el brasileño se desilusionó cuando las portadas del día después eran copadas por el astro argentino. Ahí asumió que lo suyo era encabezar un proyecto con una mejora salarial millonaria que sólo los cataríes podían ofrecer. A pesar del infame “Se queda” de Gerard Piqué, se marchó a la Ciudad de la Luz donde su paso ha sido irregular.
Es una máquina de goles pero en las grandes citas europeas, por las que lo trajeron, no ha aparecido y hasta ha caído lesionado. Algunas como consecuencia de “forzarse” para jugar con Brasil: Brasil, Fiesta y PSG, en la interpretación del Expreso de Gales.
Y lo peor es que tampoco es ahora la cabeza del proyecto ante la irrupción de Kylian Mbappé. Arrepentido de jugar en un Liga cuyas victorias no implican un mayor desafío ante rivales ordinarios que no exigen a un plantel plagado de estrellas, por lo que el título llega con tanta anticipación que cuando vienen las rondas de eliminación directa de la Champions su nivel va decayendo contra los poderosos de mejores competiciones. Pocos o nulos méritos para aspirar al Balón de Oro, otra de sus pretensiones.
En su desesperación por volver a España estaba dispuesto a vestirse de blanco y cuando quiso volver a la Ciudad Condal la sola posibilidad dividió a la afición entre los que echaban de menos al tridente y los que no podían perdonar su traición. Se quedó en París donde ahora es repudiado por la afición del PSG por querer marcharse.
De Bale…. Su paso se resume en un simple juega o no juega por lesión. Se ha perdido casi la mitad de los partidos. Cierto es que cuando está en la cancha puede marcar diferencia y es uno de los veintiún jugadores que, en los 117 años de historia de Real Madrid, ha llegado al centenar de goles. Demostró su valía en la final de Kiev contra Liverpool y ahí amenazó con marcharse si no tenía los minutos que quería, siempre y cuando su salud lo permita obviamente.
Está lejos de hacer olvidar a Cristiano Ronaldo, es reacio a aprender el español, si no se ha ido es que nadie quiere pagar su desorbitante sueldo y su desafiante bandera galesa que ondeó la semana pasada donde estableció sus objetivos fue una ofensa para el público blanco que no dejó de reprocharle cuando volvió al Santiago Bernabéu.
Ambos parecen seguir los pasos de Antoine Griezmann. Otro cuyo norte puede cambiar repentinamente sin lazos, compromisos o lealtades. País, yo y club, en ese nuevo orden.