Un par de días duró el efecto amenazante de la Súper Liga contenido por la UEFA con el respaldo de los gobiernos de los países implicados, los clubes denostados por la oligarquía, el gremio de jugadores que comenzó a moverse y la base social integrada por los aficionados.
Raúl Méndez | Súper decisiones contra la Superliga
Si en verdad están preocupados por el futbol tienen que volver a las bases pensando en el futuro.
Fue un reto a las instituciones para alterar el orden con tal de tomar directamente el control para poner las reglas del juego y acaparar los ingresos, es decir, un monopolio disfrazado.
Queda demostrado que el futbol va más allá de la visión de un grupo reducido, ignorante de los efectos de su proyecto no previeron lo que iban a desatar y uno por uno ha abandonado el barco de Florentino Pérez que parece hundirse sin haber zarpado.
No fue porque de pronto cobraron conciencia sino que la reacción fue más implacable que la amenaza. En el Reino Unido las autoridades amagaron con exigir a los clubes que la mayoría de las acciones no puede estar en manos de extranjeros y ahí temblaron Manchester City, Manchester United, Arsenal, Liverpool y Chelsea.
Es un hecho que el futbol debe reformarse como negocio. Es parte de una industria que debe reconocer la existencia de mercados locales y pequeños pero necesarios, no solo concentrarse en las joyas de la corona como si el resto, la mayoría, no importara.
En momentos, como el que la humanidad está atravesando, las decisiones a tomar no deben olvidar que principios básicos como la solidaridad y los méritos deportivos no son negociables.
No faltará quienes vean una oportunidad en medio de la crisis para saciar sus propios intereses con la falsa bandera de “hacerlo por el futbol” cuando en realidad lo hacen por sus bolsillos.
Aquí no hay ganadores ni perdedores, todos deben ceder en pro del bien común. De entrada adherirse a un plan de austeridad que podría reducir las diferencias abismales entre los que disponen de presupuestos casi ilimitados y los que sobreviven con sus propios recursos.
Es una gran oportunidad para fijar un tope salarial, por ejemplo, o establecer un sistema que permita fijar el valor de los jugadores para no provocar inflaciones que luego llevan a la quiebra a equipos que viven en una burbuja.
Si en verdad están preocupados por el futbol tienen que volver a las bases pensando en el futuro.
En estos meses de pandemia tendríamos que ver más canteranos y menos gastos millonarios, pero el tema de conversación es saber a dónde irán Messi, Ramos, Mbappé y Haaland. ¿Quién será capaz de pagar sus transferencias y/o salarios, según el caso, cuando afuera hay pandemia y hambre?
Aun así el padre de Haaland y su representante Mino Raiola recorren Europa como una subasta abierta ofreciendo al goleador al mejor postor.
Claro mensaje que el negocio debe continuar.
Hasta la próxima semana. Cuídense mucho, por favor.