Sobre la belleza femenina, el controversial escritor francés Michel Houellebecq dijo alguna vez que la tragedia de las mujeres más guapas consiste en que solamente los seres más viles logran cortejarlas y seducirlas. La misma idea, expresada al revés, señala que los chicos buenos siempre terminan con las manos vacías.
Juventus: Los chicos buenos siempre salen últimos
La escuadra italiana se colapsó como castillo de naipes ante un rival tan caótico como implacable e inmisericorde.
No hay misterio en la simpatía despertada entre los neutrales por la Juventus de Turín. Quienes no nos proyectamos ni en Cristiano Ronaldo ni en Sergio Ramos veíamos en la escuadra de Massimiliano Allegri un monumento al juego colectivo y al trabajo en equipo. Uno para todos y todos para uno.
Con el paso de los minutos, nuestra proyección se iba en el rostro silencioso de Gianluigi Buffon viendo al suelo tras el primer y el tercer gol de los merengues, celebrados y vitoreados con la sonoridad del ¡SÍÍÍÍÍÍÍÍ! que todos hemos escuchado.
¿Qué se dirá en la cabina del vuelo nocturno de Alitalia con destino a Torino? ¿O qué se escuchará? ¿Serán los sollozos de quienes lo entregaron todo, pero pestañearon, y que dicho pestañeo fue castigado con cuatro porrazos pegados por once seres viles vestidos de morado, expertos en la victoria y su seducción?
Se puede hablar de táctica para examinar la generosidad de los ‘Bianconeri’. Pero la gente se aburriría y hay una imagen que habla más que mil palabras: la del gol del croata Mario Mandzukic, que hacía creer que solo por una vez los buenos cruzarían la meta en primer lugar.
Para quienes no conocen a Mandzukic, vale decir que es un goleador nato, un ‘killer’, un asesino serial a sangre fría. Levantó una ‘Orejona’ con el Bayern Munich cansándose de hacer goles. Pero para su mala fortuna el capricho de un entrenador lo forzó a marcharse por la puerta de atrás. ‘Que no servía fuera del área, que no era lo suficientemente talentoso, que su sacrificio no era argumento suficiente’.
Pues con Allegri el croata comenzó a jugar (y a rendir) fuera del área. A dejarse la piel corriendo por la izquierda. A defender y a atacar y a marcar uno que otro gol de vez en cuando. Si tú se lo pides diciéndole que es por el bien de todos, es capaz de tomar un rifle y una granada e irse a Siria a luchar contra el Estado Islámico.
La bondad de esa ‘Vecchia Signora’ una vez más quedará sin recompensa: siete finales perdidas de Copa de Europa. Y contando, señores. Los chicos buenos carecen de eso que tienen los seres más viles para llevarse el gato al agua, como dicen en España. También carecen de esa vileza necesaria para explicar el colapso del equipo mejor organizado de los últimos tiempos como si fuera un castillo de naipes.
Fueron instantes de caos en los cuales los buenos siempre dudan y los malos nunca se piensan las cosas dos veces. Por eso aquellos siempre salen últimos.