Ver a las dos Coreas, enemistadas profundamente desde su separación en 1945 y técnicamente aún en guerra, desfilar juntas en una inauguración de Juegos Olímpicos, no es algo nuevo, pero sí es un remanso de paz en uno de los más longevos conflictos vigentes en el mundo.
Pyeongchang 2018: EEUU no cede ante el acercamiento entre las dos Coreas
Los Juegos Olímpicos de invierno de Pyeongchang 2018 son marco de un acercamiento entre Corea del Norte y del Sur, en medio de un discurso hostil de Estados Unidos hacia el país socialista.
Desde la antigua Grecia, los Juegos han representado un momento de tregua en medio de la guerra. Los de la era moderna pasaron por un largo periodo para poder afianzar su neutralidad política por encima de los intereses de las naciones para preservar la paz.
En las ediciones de verano de Sydney 2000 y Atenas 2004 vimos a los dos países marchando de manera conjunta en la inauguración, pero nunca antes como ocurrirá esta vez en las de invierno. Pero basta recordar que el último boicot que sufrió el olimpismo fue precisamente en Corea del Sur, en los Juegos de verano de Seúl 1988, cuando Corea del Norte y sus aliados -Albania, Cuba y Etiopía- decidieron no asistir. Por eso, a 30 años de distancia, saber que la nación más aislada del mundo desfilará codo con codo junto a su vecino y potencia tecnológica, es motivo de celebración.
De hecho, la hermana del líder supremo de Corea del Norte formará parte de una delegación de alto nivel que viajará al país vecino y se espera que se reúna con el presidente sudcoreano Moon Jae-In y le entregue una carta de su hermano, Kim Jong-Un. Un acercamiento inédito entre los dos países.
Algo particularmente esperanzador en un entorno de constantes amenazas de un conflicto nuclear entre Corea del Norte y Estados Unidos.
Pero mientras las dos Coreas han hecho esfuerzos por acercarse y pasar al menos la justa deportiva en paz, el gigante norteamericano ha dado más muestras de enemistad en voz del vicepresidente Mike Pence, quien viajará al país de la sede olímpica para asistir a la ceremonia de inauguración.
En Tokio, Japón, tras una reunión con el primer ministro Shinzo Abe, Pence acusó a Corea del Norte de querer aprovechar a los Juegos para esconder “tras la bandera olímpica la realidad de que esclavizan a su población y amenazan a otros países”.
"Estaré allí para animar a nuestros atletas, pero también para permanecer junto a nuestros aliados y para recordar al mundo que el régimen norcoreano es el más tiránico y opresivo del planeta", agregó Pence.
No solo eso, sino que el vicepresidente también anunció, sin dar mayor detalle, que Estados Unidos prepara las “ sanciones económicas más duras y ofensivas” contra Corea del Norte.
Todo esto prácticamente al tiempo que Corea del Norte anunció la presencia de la hermana de su líder supremo para la apertura de los Juegos Olímpicos.
Además, Pence invitó a Fred Warmbier, cuyo hijo, Otto, fue sentenciado a 15 años de trabajos forzados durante su visita a Corea del Norte y murió a su regreso a Estados Unidos, tras 18 meses de cumplir su condena.
Otto fue liberado por "razones humanitarias", de acuerdo al gobierno de Corea del Norte, pero era "incapaz de hablar, de ver y de reaccionar a las órdenes verbales" a su regreso, según sus padres, quienes acusaron también que Otto fue torturado. El joven falleció poco tiempo después, aunque no se encontraron signos de violencia física en su contra como resultado de la autopsia.
La presencia de Fred Warmbier en la inauguración de los Juegos, en medio del acercamiento entre los países de la península coreana, es otro claro mensaje de que ese gesto no modifica en lo absoluto los planes de Estados Unidos hacia Corea del Norte ni reduce las tensiones entre ellos.
La Carta Olímpica, el documento que rige al movimiento olímpico, obliga a que los Juegos se mantengan políticamente neutrales, precisamente para evitar situaciones de discordia entre los países que derivaron a los boicots del pasado que lastimaron a las justas, particularmente desde México 1968 y hasta Los Angeles 1984.