Por Omar Carrillo H.
La vida sin Raúl Jiménez y las inercias del futbol
América mantiene su paso perfecto en el Apertura 2014 con un Oribe Peralta en gran forma en el primer juego sin Raúl Jiménez.
El fútbol tiene sus inercias. Suele no modificar sus estados de movimiento y reposo, al menos que una fuerza lo haga. Y esa fuerza no llegó al Azteca.
América es perfecto en lo que va del Apertura 2014, cinco juegos cinco victorias, 13 goles marcados y cuatro en contra. Monarcas también tiene su inercia esta campaña, cinco partidos sin ganar, dos anotaciones en todos ellos, nueve tantos encajados.
Es exagerar el plantear una época post Raúl Jiménez en las Águilas, no ha sido un hombre que terminara de explotar sus condiciones futbolísticas con el equipo, pero estaba en vía de ello.
Se le va a extrañar más por lo que pudo haber sido que por lo que fue en la institución.
Lo de los de Coapa, el buen momento y el futbol espectacular, y efectivo, no pasa por un sólo hombre sea de la calidad que sea. Se llame Raúl Jiménez u Oribe Peralta.
Ello quedó evidenciado porque los movimientos, los acompañamientos, las pasadas, las jugadas a balón parado señalan un trabajo en conjunto complementado con el talento individual de cada uno de ellos. Juegan a lo mismo y creen, sobre todo, en sus posibilidades.
Y es que Oribe Peralta es el cerebro de un conjunto en inercia ganadora al que el ir y venir del balón le favorece por el buen circular del mismo. Lo mismo gana cuando juega bien, regular o mal. Lo mismo anota en jugadas a balón parado que en el último minuto.
Oribe es el compañero perfecto al ataque. Lo fue por cuatro partidos con Raúl Jiménez y ante Morelia el hombre que le hizo segunda fue Rubens Sambueza. La calidad busca siempre a la calidad en el campo de juego,y casi siempre la encuentra.
Pero este América no era o es sólo Jiménez y tampoco es sólo Peralta, y su despliegue futbolístico, sus pases a gol -dio la asistencia para el tanto de Sambueza-, o sus goles de último minuto.
El trabajo se nota y se manifiesta en la cancha. En la primera anotación, Osvaldo Martínez, a balón parado, dio a Sambueza, éste filtró a Paul Aguilar que centró sobre la línea de meta. El balón brincó a defensas y al arquero, y Pablo Aguilar anotó.
Pero lo que nos habla mejor del momento del conjunto de Antonio Mohamed fueron los últimos minutos. Los que suelen definir partidos, tanto como jugadores y equipos de grandes tamaños.
El 2-2 estaba cantado, Carlos Rodríguez, a pesar de fallar en el tiro de gol de Sambueza, tuvo un estupendo partido y sacó todo lo que le enviaron las Águilas. Riascos y Depetris habían encontrado un resultado inesperadamente bueno y alentador, por el número de llegadas del local y el número de las de su equipo.
América no cejó un instante en buscar la victoria. Mohamed ya había mandado dos cambios evidentemente ofensivos con el ingreso de Luis Mendoza y Martín Zúñiga. También reacomodó su mediocampo con la salida de Martínez y el ingreso de Valenzuela. Todo era ambición, hambre de tres puntos.
El mensaje era evidente. Así, Sambueza, Peralta y Zúñiga se buscaron a velocidad y Rodríguez seguía sacando balones.
Pero al 90+3, a Oribe le llegó un balón rebotado en un contrario y se tiró de la única forma en la que podía meter el balón, una media tijera picada, para ganar el encuentro.
Con o sin Raúl Jiménez, en el minuto uno o en el 90, las Águilas mantienen una inercia ganadora, de buen fútbol y atendiendo, ante todo, lo que son, lo que es Mohamed, y en especial, lo que es su tribuna.