La taekwondoín de 27 años, Julia Vasconcelos decidió dejar su país y el deporte para refugiarse en Estados Unidos y ser ayudante en la construcción debido al acoso del que era víctima de parte de su entrenador.
Atleta olímpica se vuelve asistente de albañil
Julia Vasconcelos dejó la competencia tras acoso de su entrenador.
Esta atleta brasileña ganó la medalla de plata en el Campeonato Panamericano compitiendo en el peso pluma, que ya participó en los Juegos Olímpicos de su país, así como en mundiales de la especialidad, Torneos Abiertos y Grandes Premios en Europa, Asia y América, hoy no es más atleta de alto rendimiento y no por un retiro voluntario, sino como un grito desesperado en la huída del acoso de la que fue víctima.
Su entrenador no le hizo fáciles las cosas, y la hizo pasar por diferentes engaños, quedándose con parte de sus ganancias, cobrándole la ropa de competencia, doblando el precio habitual del transporte e imponiendo castigos a ella y a sus compañeras de no permitirles participar en las competencias si no se hacía lo que él decía.
“Si no hago esto, ¿qué voy a hacer? ¿en qué voy a trabajar?” comentó Julia acerca de su forma de pensar en ese entonces. “Entonces un amigo de Estados Unidos me dijo que pasase algún tiempo aquí. Necesitaba escapar. No tengo vergüenza de ser una deportista olímpica que hoy trabaja en unas obras."
Pero más allá de esa situación, cuando su madre se había lanzado en elecciones para ser concejal, no se le permitió apoyarla, pues había uno que ayudaba al equipo y le debían apoyo, lo quisieran o no y de hecho, se les hizo saber explícitamente. Si no cooperaba, la amenaza de echarla estaba en la mesa.
Su entrenador ejerció una campaña de acoso, pues se había operado una mano y por consejo médico dejó de entrenarse, "Cuando volví me empezó a decir que tenía que perder peso y que era indisciplinada” comentó, ”Me empecé a deprimir. El entrenamiento que era el mejor momento del día, me dejó de dar placer".
Pero eso no era lo único, pues en las fechas previas a las competencias comentó como a pocos días del torneo comía lo que quería y lo vomitaba después y asistía a los súper mercados para ver comida pero sobrevivía con 600 calorías diarias, consistentes en una clara de huevo y un trozo de pollo. Incluso en los juegos de Río, no bebió ningún líquido por espacio de 20 horas.
Hoy trabaja en la construcción y entrena en la Unión Americana en el deporte que le apasiona y aunque siente cansancio, espera que su cuerpo se acostumbre pronto.