El 10 de octubre de 1964, Tokio le dio la bienvenida a los Juegos Olímpicos a nombre de todo el continente asiático, el más grande del planeta, pero que hasta ese momento no había recibido a la más grande fiesta del deporte.
De 1964 a 2020: Tokio es el inicio y el fin de una era en los Juegos Olímpicos
A 56 años de la llegada del olimpismo a Asia, Tokio mostrará una cara muy diferente a la de la un país en reconstrucción en 1964.
Un joven de 19 años llamado Yoshinori Sakai fue el encargado de encender el pebetero olímpico, cuyo “mérito” fue nacer en Hiroshima el día en el que cayó la primera bomba atómica. No fue una sutil coincidencia: Japón quería demostrarle al mundo los resultados de casi dos décadas de reconstrucción tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial hasta en los simbolismos.
A 55 años de distancia y exactamente a 366 días de la ceremonia inaugural de sus segundos Juegos Olímpicos, la capital japonesa mostrará otra cara, la de la vanguardia tecnológica y el poderío económico de una nación que convirtió la peor de las adversidades en abono, que desarrolló una cultura del trabajo y la innovación que la convirtió en potencia mundial.
Pero, por lo mismo, Tokio es el inicio y el final de una era: la de la globalización y el gigantismo de los Juegos.
En 1959, Tokio derrotó a Detroit, Viena y Bruselas en la elección de la sede olímpica; en 2013, a Estambul y Madrid. Para el proceso de los Juegos de 2024, solo dos ciudades llegaron a la votación y ante un previsible escenario de poco interés por la edición de 2028, el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió evitar ese proceso y premiar a París y Los Angeles, las candidatas, con la sede de los siguientes dos eventos.
Una decisión inédita y mediante negociación entre el COI y las dos aspirantes otorgó una sede de Juegos Olímpicos con 11 años de anticipación.
Al proceso de 2024 entraron, inicialmente, seis ciudades, que una a una se fueron bajando del concurso por diferentes motivos, pero un común denominador: el olimpismo se volvió una carga para las ciudades sedes. Grecia solicitó para la edición de 2004 préstamos que agudizaron su deuda externa, mientras que Brasil albergó los de 2016 en medio de una recesión y una crisis política.
Los Juegos Olímpicos se convirtieron en un lujo en el orden de las decenas de millones de dólares que solo los países desarrollados pueden costear.
La tercera década del siglo XXI, a la que Japón le da la bienvenida, será una era de transición para un nuevo modelo del olimpismo. El COI está repensando sus prioridades mientras Tokio –especialmente-, París y Los Angeles entregan unos Juegos al estilo de los últimos 60 años: universales, pero caros, en una era en la que tuvo que batallar contra las intromisiones políticas, los atentados, los boicots y hasta las amenazas de la bancarrota.
Mientras en Lausana, Suiza, piensan en ello, podemos esperar ver el 24 de julio de 2020 la ceremonia inaugural con mayor despliegue tecnológico de los Juegos Olímpicos en fusión con la milenaria cultura japonesa. Iremos de los samuráis a Hello Kitty y Mario Bros y al funesto recuerdo de la Segunda Guerra Mundial.
Y ese es el escenario extradeportivo. Sin Michael Phelps en la piscina y sin Usain Bolt en la pista, Tokio 2020 verá nacer a las nuevas leyendas del deporte. Razones de más para desvelarse con la diferencia de 11 a 16 husos horarios entre Japón y el continente americano.