A las 7:19 AM del 19 de septiembre de 1985, la Ciudad de México y, en general, el centro del país, se sacudió con una fuerza nunca antes vista, al menos en los registros.
Los estadios, bastiones de la ciudadanía ante los sismos
Tras los terremotos de 1985 y 2017 en México, los centros deportivos se sumaron a la ayuda.
Un sismo de 8.1 grados Richter esa mañana y otro de 7.9 en la noche del 20 de septiembre provocaron el deceso de 4 mil personas, según cifras oficiales, aunque el Servicio Sismológico Nacional estimo en 2008 hasta 40 mil víctimas mortales.
Ubicada en una zona de alta sismicidad, en la Ciudad de México las edificaciones deben cumplir con altos estándares de construcción para prevenir estos sucesos, especialmente después del terremoto de 1985, pero sus estadios, que fueron inaugurados antes, no solo resistieron, sino también se convirtieron en bastiones de una comunidad en reconstrucción.
El Parque del Seguro Social, entonces casa de los Diablos Rojos y los Tigres de la Liga Mexicana de Beisbol ubicada en la esquina de Viaducto Miguel Alemán y Avenida Cuauhtémoc, dos vialidades concurridas del sur-centro de la ciudad, fue habilitado como anfiteatro. Un lugar de dolor, pero también de certeza del destino de sus seres queridos para sus deudos.
En la colonia Narvarte, donde se encontraba ese inmueble, fueron derrumbados siete edificios a causa de aquel sismo. Fue una de las “zonas cero” de la ciudad. El Parque ya no existe, cerró en 2000 y tres años después fue demolido para dar paso a un centro comercial que aún existe ahí.
Dos estadios de la capital estaban previstos como sedes del Mundial que arrancaría el 31 de mayo del año siguiente: el Azteca -con el partido inaugural, la Final y los de la selección de México- y el Olímpico Universitario. Ellos y el entonces Azulgrana -hoy Azul-, que era la casa del Atlante, fueron declarados como seguros tras las revisiones correspondientes, pero incluso así estuvo en duda la organización de la Copa del Mundo.
Siete de los 12 estadios que albergarían los partidos -Azteca, Olímpico Universitario, Neza 86, Toluca 70-86, Jalisco, Tres de Marzo y Cuauhtémoc- se encontraban en zonas de efectos de muy fuerte a muy destructivo, es decir, entre los grados VII y IX de la escala de Mercalli.
El Azteca incluso fue habilitado aquella vez como albergue. Más que hacia los estadios, los temores de la FIFA rondaban alrededor de la capacidad económica y logística del país para albergar el evento ocho meses después. Se llegó a evaluar la posibilidad de darle el torneo a Alemania en 1987 o adelantar la sede a Italia, que ya tenía asignada la de 1990.
Pero el comité organizador, encabezado por Guillermo Cañedo, logró convencer a la FIFA de que el torneo podía realizarse en tiempo y forma.
En plena reconstrucción, México se convirtió en el primer país que recibía por segunda vez al mundo del futbol. Ahí se popularizaron los festejos de las victorias mexicanas en el Ángel de la Independencia, un monumento que, por cierto, cayó en otro terremoto, el de 1957.
32 años después
El día de la conmemoración del 32 aniversario y dos horas después de un macrosimulacro en la capital, una nueva generación de mexicanos vivió el terror de sus padres y abuelos.
A la 1:14 PM, un sismo de 7.1 grados Richter, pero con epicentro más cercano a la capital, en los límites de los estados de Morelos y Puebla, el centro de México se volvió a cimbrar un 19 de septiembre.
¿Cómo explicar la coincidencia de las fechas? La naturaleza actúa de formas misteriosas, pero la respuesta incondicional de la ciudadanía ante la tragedia fue, nuevamente, la base de la reconstrucción.
Doce días antes, Chiapas y Oaxaca sufrieron otro sismo de 8.2 grados, de mayor intensidad que el de 1985, por lo que para el 19 de septiembre ya había una movilización social para apoyar esos estados, que además tienen los mayores índices de pobreza en el país.
Los estadios y centros deportivos volvieron a convertirse en punta de lanza para la misión ciudadana.
El Estadio Agustín ‘Coruco’ Díaz, que tres años atrás fue reconstruido para convertirse en uno de los más modernos del circuito de plata, fungió como albergue. Zacatepec y sus localidades cercanas del sur de Morelos fueron duramente lastimadas por su cercanía con el epicentro.
El único estadio que reportó algún tipo de daño fue el Cuauhtémoc de Puebla, que recién había sido remodelado, con cuarteaduras de paredes y desprendimientos de techo, pero sin fallas estructurales.
Del Azteca corrieron imágenes en redes sociales de una supuesta cuarteadura en su tribuna alta, pero su entonces director, Alejandro de Haro, explicó ese mismo día que se trata de una junta constructiva, como otras tres que tiene el estadio, para absorber el movimiento durante los temblores y evitar su colapso.
Hubo centros de acopio en prácticamente todos los estadios de la Liga MX e incluso algunos del Ascenso, sin importar que se encontraran en zonas lejanas al sismo.
Centros deportivos de la Ciudad de México como la Sala de Armas de la Magdalena Mixihuca y la Villa Olímpica también se convirtieron en sitios para la recolección de víveres y donaciones para damnificados.
Todo eso sin contar a los deportistas de alto rendimiento, amateurs y profesionales, que por decenas se unieron a labores de rescate y acopio, ya fuera de manera presencial o a la distancia desde sus países de residencia.
El deporte de México podrá no ser, en lo general, una potencia mundial, pero su solidaridad en tiempos de adversidad no está en duda.