Por Luis Óscar Rosas
Messi, la 'Pulga' más grande del Planeta
El astro argentino vive días de duelo por perder la final pero no merece injustas críticas
Es verdad, el sábado no fue el mejor partido de Lionel Messi, de hecho tuvo su actuación más discreta del torneo y sí, justo en la final ante Chile. No fue determinante. Deambuló en los tiempos extras. Se le vio caminando por momentos del juego y eso no se le permite a nadie, ni a él.
No anotó ni dio asistencia -porque Lavezzi no quiso tirar al 92-. Sus únicos dos goles en la Copa América fueron de penal. No deslumbró como cada 15 días en el Camp Nou. Ni destrozó rivales como cada semana en Liga o Champions. Mucho menos regaló una anotación del calibre de las joyas antológicas contra Athletic de Bilbao y Bayern Munich este año o el que me digan de un fenómeno con más de 400 goles con la playera del Barça y 46 con la de Argentina.
En el Mundial no mereció ganar el Balón de Oro pues aún con cuatro goles ofreció poco de su nivel y con eso le alcanzó para llegar a la final y ser subcampeón.
Sí, hoy quedó a deber en la Copa pese a ser el MVP en cuatro de los seis partidos que disputó su selección. Pese a ser el mejor y ponerle un baile a Godín, Giménez, Zuñiga, Murillo, Da Silva y humillar a Aguilar y Valdez hasta acabar besando el césped. Dirán que no pudo con Isla y Medel pero la realidad es que fue un juego de poca lucidez para los otros 21 en la cancha.
La final con Chile fue encuentro apretado, sucio, cerrado, de pocos espacios y donde su socio y otro genio, Ángel Di María, se fue lesionado en menos de media hora. Agüero tampoco apareció, Lavezzi, cómodo en su ‘anonimato’, Higuaín acabó ridiculizado y a Tevez ni lo dejaron entrar. El único que estuvo a la altura fue Mascherano, un pulmón impresionante. De ahí en fuera, nadie. Ni Biglia, ni Otamendi, menos Rojo y poco de Pastore. Messi no puede solo. Con el Barcelona no solo gana él. Conquista, cautiva y da cátedra por ser parte de una orquesta casi perfecta. Es un engranaje más del reloj blaugrana, una pieza única, la mejor, pero dentro de un equipo sublime. Ese que no es Argentina.
Messi no se merece lo que está viviendo. No debe ser acreedor a infortunios como los que lleva en dos julios consecutivos. Lo llaman ‘la Pulga’, muchos argentinos y detractores dirán que representa a la perfección ese apodo en los partidos determinantes pero no es así. Leo dista mucho de ser un jugador agachón, timorato o falto de tamaños.
El rosarino ha resuelto cualquier cantidad de Clásicos, Barcelona vs. Real Madrid, donde se roza la perfección en un terreno de juego, por mucho que eso incomode a los del Cono Sur. El 10 ha sido artífice en dos de las tres finales de Champions que su club ha ganado con él en la cancha frente a otro monstruo como Manchester United.
Leo acaba de cumplir 28 años de edad y ya ha ganado 26 títulos en su carrera de 11 temporadas. Es el máximo goleador de la Primera División española donde pasaron míticos como Di Stéfano, Zarra, Romario, Hugo, Eto’o y Raúl. También de Liga de Campeones de Europa donde se practica el mejor fútbol del orbe y superando a cracks como Van Nisterlooy, Henry, Shevchenko, Drogba, Zlatan Ibrahimovic y por supuesto Cristiano Ronaldo, con quien sigue peleando.
Messi ha inmortalizado su leyenda con goles, regates, soberbias actuaciones, fintas, conducciones, remates y definiciones de otro planeta. Cuando se lo propone –casi siempre- es el mejor futbolista del mundo por años luz. Parece un extraterrestre. Genio. Crack. Ídolo. Fuera de serie. Se acaba los adjetivos. Sin embargo, hasta que no gane una Copa del Mundo no podrá enmudecer el debate sobre su presencia entre los tres mejores de la historia.
Es cierto, Messi no pudo otra vez. Se quedó en la orilla, con el gesto adusto y sabor amargo. Con un dolor profundo que cala y no se borra. Con otra presea plateada que quedará olvidada y la mirada perdida de un tipo que lo ha ganado todo y sigue teniendo hambre de más. Sus triunfos con la Albiceleste se remiten a 7 años atrás, Mundial Sub 20 en 2005 y Oro olímpico en 2008. Sabe a poco aunque algunos ni uno de estos posean.
Messi lleva tres finales perdidas con Argentina –Mundial 2014 y Copas América 2007 y 2015-, seguro disputará al menos otra más. Esa utópica cita donde tendrá otra oportunidad de ‘callar bocas’. No necesita hacerlo. Lo merece y lo hará. Estoy cierto que le dará otro trofeo importante a la Albiceleste y vendrán los “¡Vaya!, ¡Al fin! ¡Milagro!”. Su regocijo será discreto y en conjunto, como lo ha sido siempre, al levantar 4 orejonas y 16 trofeos en España. Pero en el fondo emanará una sonrisa burlona por las críticas desmedidas y eternas comparaciones injustas con D10S y otras leyendas. No le hace falta. La historia pondrá todo en su lugar.