Tokio, Japón.- La asistencia de Donald Trump a una jornada de sumo constituye un encuentro poco común, un choque cultural, entre un presidente estadounidense inclasificable y poco respetuoso de los códigos, y la antigua lucha japonesa sagrada, anclada en tradiciones milenarias.
Rechazo en Japón por la presencia de Donald Trump en torneo de sumo
Durante su visita a Japón, el presidente estadounidense entregará el domingo la Copa Trump, pero los entusiastas de esta lucha de colosos casi desnudos están divididos sobre la visita del bullicioso líder extranjero.
Durante su visita a Japón, el presidente estadounidense entregará el domingo la Copa Trump, pero los entusiastas de esta lucha de colosos casi desnudos están divididos sobre la visita del bullicioso líder extranjero.
Para empezar, está el rompecabezas logístico y de seguridad.
Trump no es la primera celebridad extranjera en visitar el inmenso recinto del Ryogoku Kokugikan, templo del sumo de 10 mil plazas. En 1986 le precedieron el príncipe Carlos y Diana de Gales, y en 1967 James Bond (Sean Connery), para una escena de la película "Sólo se vive dos veces".
Pero, a diferencia de Carlos y Diana, como es "sólo" presidente no estará en el palco imperial. Trump llegará a la velada tras una partida de golf con el primer ministro japonés Shinzo Abe.
Trump, apasionado de la lucha, ocupará un asiento situado a la altura del ring, cerca de la acción, pero no mucho, para evitarse la molestia de ver caer a sus pies a un señor de 150 kilos.
En lugar de sentarse en el suelo sobre cojines, como es habitual en este lugar, el presidente de 72 años tendrá un sillón, un privilegio que no es del gusto de todos. Además, se eliminarán un gran número de asientos alrededor para proporcionar un espacio de seguridad.
¿Cómo reaccionarán los agentes de los servicios secretos cuando vean cojines volando por todas partes lanzados por aficionados sobreexcitados cuando un gran campeón, un "yokozuna", sea derribado por su oponente?
Pero más allá de la seguridad, hay asuntos más profundos que preocupan a los aficionados.
"Trump concederá la gracia de su fama al sumo, pero no creo que los aficionados estén a favor de eso", dijo el especialista Mark Buckton a la AFP.
El mundo cerrado del sumo, que según los historiadores se remonta a hace unos dos mil años y cuya aura religiosa proviene de su relación con una ceremonia ritual sintoísta (religión animista de Japón), se ha visto sacudido últimamente por escándalos.
Para los puristas, la posibilidad de que el presidente norteamericano, a quien ven en las antípodas de las estrictas convenciones y código de honor del sumo, entre en esta arena es un asunto muy serio.
"Algunos podrían incluso encontrarlo degradante", dijo Buckton.
"Donald Trump no le está haciendo ningún favor al sumo", dice Toru Yashiro, un farmacéutico de 63 años que es fanático de este deporte.
Otra pregunta es si Trump recibirá la misma bienvenida que el antiguo presidente francés Jacques Chirac, un erudito y entusiasta del sumo, que un día, a finales de marzo de 2005, abandonó el estadio de Osaka entre aplausos de la multitud, que se puso de pie y gritó "¡Shiraku!, ¡Shiraku!"