MOSCÚ, Rusia.- A solo unas horas del arranque del Mundial, son pocos los huecos para caminar en el centro de Moscú. Hay que esquivar gente con banderas, bufandas, que canta y abraza a desconocidos.
Día 0: el hervidero del centro de Moscú y la frialdad de las afueras
Aunque los alrededores de la Plaza Roja están copados por aficionados de decenas de países, en las afueras de Moscú la vida transcurre como si nada.
En sus calles hay una mezcla entre el júbilo de los países latinos y árabes, los cortes viales y la Plaza Roja cerrada, un eufórico caos al que hay que sumarle la comunicación con señas entre los visitantes y los policías.
Sin embargo, el Río Moscú parece una frontera natural entre el Mundial y el resto de Rusia. En los alrededores de la capital la vida transita como si nada pasara, hay algunos motivos del Mundial, especialmente en hoteles, pero nada parecido al "tapiz" futbolero que se ha visto en naciones latinas.
Algo similar a lo que se ve con la espectacular arquitectura del centro, con edificios de hasta casi 500 años de vida, para después ver los sobrios edificios habitacionales de la era soviética.
El público que visita Rusia se aglomera en el centro, como si fuera un llamado natural. Basta caminar por la calle Nikolskaya, una vía peatonal, para encontrarse con aficionados de todos los países participantes y rusos curiosos de contagiarse con la atípica alegría que invade su ciudad.
Pero no nos confundamos: los rusos pueden ser fríos, pero también son amables y buscan la manera de apoyar al visitante. Solo una pequeña porción de la población habla inglés, pero con señas y señalando objetos uno se entiende. El lenguaje corporal es universal.
El centro de Moscú es, literalmente, un hervidero, pero para vivir la experiencia completa rusa hay que salir a los suburbios, ir a un supermercado y entenderse con la cajera a señas y agradecer que en Rusia se usan los números arábigos.
Eso sí, no está de más llevar un smartphone que tenga acceso a internet con Google Translate.