El telón de Rusia 2018 se cierra y tras 31 días de fútbol, el país de mayor extensión territorial del mundo rompió muchos paradigmas, pero también dejó asuntos pendientes por resolver.
Las lecciones que dejó Rusia 2018 al fútbol y a sus aficionados
Desde lo deportivo hasta la experiencia de los aficionados, evaluamos lo que ha representado Rusia 2018 y su legado para futuras competencias.
Porque una Copa del Mundo ya no es solo un evento donde rueda un balón en 64 partidos entre 32 equipos, sino que además es el punto de encuentro de cientos de miles -quizás millones- de aficionados que viven una experiencia que los marcará de por vida.
Rusia 2018 ha sido un Mundial diferente, para bien y para mal.
1. La élite del fútbol fue rebasada
El fútbol ha recibido una refrescante renovación. El pase de Croacia a la Final supuso ver no solo a un nuevo contendiente al título, sino también a uno que no tiene una Liga local poderosa y/o amplio palmarés.
Además, de los ocho campeones previos, solo dos llegaron a Semifinales y son los mismos dos que "solo" habían ganado un título y lo hicieron en casa. Para bien o para mal, Italia ni siquiera llegó al Mundial, Alemania se quedó en primera fase, a España y Argentina les alcanzó para estar en Octavos de Final, mientras que Brasil y Uruguay fueron frenados en Cuartos. La élite quedó en roles secundarios en Rusia 2018.
Francia, el flamante campeón mundial, tiene una base que puede llegar en plenitud al siguiente Mundial, a Antoine Griezmann como el justo heredero de las glorias de Zinedine Zidane y en Kylian Mbappe a la potencial próxima gran figura del fútbol internacional.
Además de los finalistas, Bélgica e Inglaterra tienen una generación que aún puede sobresalir en Catar 2022.
¿Será el inicio de un nuevo orden mundial en el fútbol?
2. La química de los rusos con los latinos
A quienes fuimos a Rusia, antes del Mundial se nos advirtió de nos podíamos encontrar con un ambiente frío e incluso episodios de racismo en nuestra interacción con su gente. La realidad, en lo general, fue totalmente opuesta. El pueblo ruso fue hospitalario, amable y buscó de todas las maneras romper las barreras del idioma con los visitantes.
Además, tuvo una química particular con los aficionados de países latinos, fascinados por su alegría y atuendos típicos de sus regiones. Se unían a sus celebraciones en plazas públicas e incluso llegaron a hinchar por ellos.
Cada ciudad en la que se presentaron las selecciones latinas vivió ambiente de fiesta, conquistaron a sus habitantes y tuvieron un comportamiento ejemplar.
Y es más, no solo los rusos: los propios franceses celebraron su campeonato con sombreros charros y a "mentadas de madre", porque el bromance de Griezmann y Carlos Vela no conoce fronteras ni límites de Insta Stories.
En ocho años, México tendrá la responsabilidad de ser una de las sedes del Mundial y proyectar su alegría y hospitalidad al mundo.
3. La civilidad del pueblo ruso
Además de la hospitalidad para con sus visitantes, hay que resaltar que las ciudades rusas son totalmente limpias, sin una sola basura en las calles, a lo cual, hay que decirlo, también respondieron los turistas que llegaron a la sede mundialista siguiendo el ejemplo.
La labor de los voluntarios resultó importantísima para que aficionados y medios evitaran cualquier tipo de contratiempos y se contagiaran del ánimo festivo de este evento.
En el metro de las ciudades mundialistas, especialmente el de Moscú, las aglomeraciones no generaron contratiempos en el servicio ni molestias marcadas de los visitantes.
La seguridad no se limitó solo a estadios y zonas de reunión de aficionados (Fan Fest), sino también fue muy visible en aeropuertos y hoteles. No hubo mayores eventos que lamentar en un país que está en constante tensión militar con otras potencias.
Y si bien siempre en eventos de estos tamaños habrán sucesos negativos, fueron la excepción y no la norma.
4. Los derechos de las minorías y las libertades individuales
Aquí empezamos con los pendientes de Rusia. Algunas leyes se flexibilizaron en el país sede, como permitir el despliegue de banderas extranjeras en plazas públicas y de gente enmascarada, pero no hubo prácticamente algún tipo de expresión en favor del colectivo LGBTI.
La protesta más visible la hizo un grupo de seis aficionados que, vestidos con playeras de selecciones de cada uno de los colores del arcoíris, se pasearon por Moscú. Su peculiar forma de manifestarse levantó conciencia sobre las leyes rusas que consideran como un delito cualquier tipo de expresión en favor de la homosexualidad.
Además, la protesta del colectivo Pussy Riot en la Final del Mundial evidenció la falta de libertades que existen en Rusia.
5. El dopaje
Rusia permanece en el centro del escándalo de dopaje más grande de la historia y una de las sedes del Mundial, Sochi, fue el lugar en el que se gestó una de las mayores trampas que se conozcan en el deporte, cuando se manipularon pruebas antidopaje de deportistas rusos en los Juegos Olímpicos de invierno de 2014.
Aunque no han surgido casos de dopaje en Rusia 2018, los más excepticos piensan que el pase a Cuartos de Final de la selección anfitriona pudo tener alguna trampa de por medio. ¿Pruebas? Ninguna. ¿Dudas? Permanecerán mientras el gigante euroasiático no limpie su nombre.
A la Final del torneo asistió el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, quien se reencontrará por primera vez con el mandatario ruso Vladimir Putin desde que el COI suspendió a Rusia de participar en sus eventos de manera indefinida, un castigo que inició con los Olímpicos de invierno de Pyeongchang 2018.
Del país más grande al más pequeño
Faltan mil 590 días para el juego inaugural de Catar 2022, la espera más grande que se ha dado entre dos Copas del Mundo desde la pausa por la Segunda Guerra Mundial.
El medio oriente recibirá por primera vez al máximo evento del fútbol con un alarde de tecnología y cultura que luce atractivo para aficionados y curiosos y que obligará a las ligas domésticas y torneos regionales de clubes a reformar sus calendarios.
El territorio catarí es de 11 mil 571 kilómetros cuadrados y será la sede mundialista de menor superficie, a diferencia de Rusia, que destinó solo su parte europea, menos del 25 por ciento del país, para esta Copa del Mundo.
El pequeño emirato tendrá la tarea de demostrar que puede organizar y administrar la visita de hasta millones de personas y la atención del mundo entero.