Los hijos de la guerra II | Alemania fue el bálsamo en la cancha de un país dividido
En la Euro 1992, Dinamarca se benefició de la suspensión a la nueva Yugoslavia, mientras que Croacia en 1998 reivindicó el viejo poderío de la región.
Mientras Yugoslavia libraba una sangrienta guerra de separación, Alemania encontró la manera de unirse de manera pacífica.
La situación en los Balcanes fue todo menos civilizada: "limpieza" étnica, bombardeos a civiles, millones de personas desplazadas y toda clase de atrocidades que escapan de la imaginación. Un proceso diametralmente opuesto al alemán. La separación de Yugoslavia y la Unión Soviética a partir de 1991 reconfiguró de manera dramática y abrupta el mapa de Europa.
En las canchas no veríamos más a aquel gigante de los Balcanes que era el rival al que nadie quería enfrentar, pero aún sin el talento completo que los acompañó en el pasado, algunas de las nuevas repúblicas se las arreglaron para montar equipos competitivos. Quedaron conformadas en 1991 las selecciones de República Federal de Yugoslavia (RFY), Croacia, Eslovenia y Macedonia. Bosnia y Herzegovina se afilió a la FIFA en 1996. En 2003, la RFY cambió su nombre a Serbia y Montenegro, países que jugaron por separado a partir de 2007. En tanto que Kosovo es miembro desde 2016 y participó en la Eliminatoria rumbo a Rusia 2018.
En plena guerra, la República Federal de Yugoslavia fue castigada por la FIFA a causa del conflicto y se le impidió participar a sólo 10 días de arrancar la Eurocopa de 1992, en Suecia. El lugar de los balcánicos se le dio al sublíder de su grupo, el 4, Dinamarca, que llegó como el menos favorito de los ocho participantes.
Europa se reconfiguraba: la caída de la Unión Soviética derivó en la creación de 15 naciones independientes; Alemania se unía después de cuatro décadas y media; y lo de Yugoslavia. Pero a diferencia de los balcánicos, las exrepúblicas soviéticas participaron en aquella Euro bajo el nombre de Comunidad de Estados Independientes (CES, como también lo hicieron en los Olímpicos de Barcelona) y Alemania unificada jugó por primera vez desde el Mundial Francia 1938.
El deporte, como promotor de la paz, no podía darse el lujo de admitir a un país en un conflicto tan violento como el que ocurría en los Balcanes.
Existe la creencia popular de que los jugadores daneses interrumpieron sus vacaciones para participar en aquella Euro, sin embargo, el arquero Peter Schmeichel rompió ese mito en su biografía, donde recordó que pese a estar eliminada para el torneo, se preparaban para jugar un partido amistoso ante la CES cuando recibieron la noticia.
Dinamarca tuvo un inicio complicado en la Euro. Empató sin goles contra Inglaterra y después perdió 2-1 con el anfitrión Suecia; en el cierre de la primera fase, sorprendieron 2-1 a Francia y se metieron a Semifinales con tres puntos (la victoria entonces daba dos unidades), dos menos que Suecia.
Una falla del consagrado Marco Van Basten en la tanda de penales completó la sorpresa en la Semifinal. Dinamarca se ganó el derecho a disputar el título. El 26 de junio, con goles de John Jensen y Kim Vilfort, se coronó contra todos los pronósticos al vencer 2-0 a Alemania. El reemplazo de la Yugoslavia Federal le ganó a un campeón mundial reforzado, pues se trataba ya de la Alemania unificada.
Ningún país de la ex Yugoslavia participó en el siguiente Mundial, Estados Unidos 1994. Fue hasta Francia 1998 cuando, con la sanción ya levantada, la República Federal de Yugoslavia compitió, pero el equipo que se llevó los reflectores al final fue Croacia.
¿Qué habría sido de un equipo con Suker, Boban, Prosinecki, Mijatovic y Stankovic juntos? Nunca lo sabremos. La RFY se quedó en los Octavos de Final de aquel Mundial, donde cayeron ante Holanda, pero los croatas tuvieron una dosis de fortuna y supieron poner por delante el talento cuando se necesitó.
Tras vencer a Jamaica y Japón, Croacia perdió con Argentina y quedó segundo del Grupo H, lo que prácticamente lo condenaba a enfrentar a Inglaterra en Octavos de Final, sin embargo, el 'Equipo de la Rosa' cayó horas más tarde ante Rumania, que lo desplazó del liderato de su sector.
Una icónica imagen de Davor Suker tomándose la presión con un dedo en el cuello antes de cobrar un penal fue el preámbulo del único gol de aquel partido ante los rumanos. Croacia, en su debut mundialista, estaba a entre los mejores ocho del mundo.
El rival en turno era el vigente campeón europeo. Sí, Alemania . Algo mágico pasó esa noche en el Stade Gerland de Lyon. El alemán Christian Woerns fue expulsado al minuto 40 y en la compensación del primer tiempo, Robert Jarni abrió el marcador. En el segundo tiempo, en medio de la desesperación teutona por conseguir el empate en inferioridad numérica, Goran Vlaovic marcó el segundo al 80' y sólo cinco minutos más tarde, Suker sentenció la goleada.
Dos de los campeones mundiales juveniles yugoslavos de 1987 anotaron aquella noche en Lyon. Además, el capitán croata era Zvonimir Boban. Le ganaron a una Alemania que, a diferencia de la que victimaron once años atrás, llegaba unida.
Croacia perdió la Semifinal ante el anfitrión Francia por 2-1, pero derrotó a Holanda en el partido por el tercer lugar. Suker, campeón en 1987 y quien no jugó un solo minuto en Italia 1990, fue el máximo goleador de aquel Mundial con seis tantos. Croacia ni ninguna nación de la ex Yugoslavia ha llegado siquiera a la segunda ronda de un Mundial desde entonces.
La antigua Yugoslavia en el Mundial Sub 20 de 1987, el reemplazo de la "nueva Yugoslavia" en la Euro 1992 y la nación separatista, en Francia 1998, tuvieron las victorias más importantes de su historia ante la mismo nación, Alemania, en sus versiones fragmentada y unificada.
El único bálsamo fue en la cancha, pues los teutones dieron una lección al mundo de unión y paz mientras en los Balcanes rugían las metralletas.