Aaron Hernández, el ex jugador de la NFL que se suicidó en la cárcel tras ser hallado culpable de homicidio, padecía la mayor Encefalopatía Traumática Crónica (CTE, por sus siglas en inglés) jamás analizada por científicos en una persona de su edad, según revelaron investigadores de la Universidad de Boston.
Aaron Hernández padecía el trauma cerebral más severo visto en una persona tan joven
Médicos de Boston revelan que el difunto ala cerrada de los Pats tenía la mayor Encefalopatía Traumática Crónica descubierta en alguien de su edad.
El ex ala cerrada de los New England Patriots tenía graves daños en la parte del cerebro que se relaciona con la memoria, el control de los impulsos y el comportamiento, indicó una doctora este jueves.
Uno de los casos más graves del padecimiento que se haya detectado en una persona tan joven, dijo la investigadora Anne McKee, del Instituto sobre ETC (Encefalopatía Traumática Crónica).
McKee, quien presentó el jueves los hallazgos tras estudiar el cerebro de Hernández, dijo que no podría decir si el comportamiento del deportista fue producto de su condición médica. Pero sí confirmó que Hernández tenía un caso severo de ETC, enfermedad relacionada con golpes constantes a la cabeza.
Hernández se suicidó en el pasado mes de abril a los 27 años mientras purgaba una cadena perpetua.
La doctora agregó que Hernández sufrió serios daños en partes importantes del cerebro, incluyendo el hipocampo que es importante para la memoria y el lóbulo frontal, que es vinculado con la resolución de problemas, el criterio y la conducta.
“Podemos decir colectivamente, en nuestra experiencia colectiva, que los individuos con ETC _y con ETC de esta gravedad_ tienen dificultades con el control de los impulsos, la toma de decisiones, la inhibición de impulsos o agresión, frecuente volatilidad emocional y conductas de ira", explicó McKee, quien ha estudiado los cerebros de cientos de jugadores de fútbol americano, atletas colegiales e incluso personas más jóvenes, donados tras su muerte.
Hernández se suicidó días después de ser absuelto de un tiroteo de 2012 desde un auto en movimiento contra dos hombres en Boston y a pocas horas antes de que sus excompañeros de equipo visitaran la Casa Blanca para festejar su reciente victoria en el Super Bowl.
Los fiscales afirmaban que Hernández había disparado contra los dos hombres después de que uno de ellos le derramó accidentalmente una bebida en un club nocturno. De acuerdo con la acusación, Hernández se había tatuado una pistola y la frase “Dios perdona”, para conmemorar el crimen.
Al momento de su suicidio, el ex tight end de ascendencia puertorriqueña cumplía ya con una cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional por la muerte en 2013 de Odin Lloyd, jugador de una liga menor de fútbol americano.
Hernández, quien se decía inocente también de ese crimen, no habló de la posibilidad de sufrir ETC, durante sus argumentos de defensa en ninguno de los dos juicios.
La ETC sólo puede diagnosticarse en la autopsia. Se ha encontrado en personas que formaron parte de las fuerzas militares, jugaron fútbol americano, boxearon o realizaron alguna otra actividad que implicara golpes recurrentes a la cabeza.
Investigadores de la Universidad de Boston confirmaron en septiembre que Hernández presentaba la tercera o cuarta etapa de la enfermedad. Sin embargo, McKee no había hablado públicamente de sus hallazgos sino hasta la conferencia de prensa que ofreció el jueves en la universidad.
Los abogados del ex tight end demandaron a la NFL y a la compañía fabricante de cascos, Riddell, acusándolos de no advertir a Hernández sobre los riesgos de jugar fútbol americano.