La reciente decisión de Naomi Osaka de retirarse de Roland Garros para priorizar su salud mental ha puesto en el mapa un tema del que pocos se atreven a hablar: ¿hasta qué punto es parte del deporte la presión, ya no solo de ganar, sino también de rendir cuentas?
Ricardo Otero | Hablemos de salud mental y la prensa en el deporte
Tras el retiro de Naomi Osaka de Roland Garros, bien vale la pena profundizar sobre la depresión de los deportistas y la labor de los reporteros.
Días atrás, Osaka, número 2 del ranking de la WTA, anunció que no se presentaría a las ruedas de prensa del torneo en un accidentado comunicado -y hasta desafortunado en algunos de sus argumentos-. La organización de los torneos profesionales de tenis suele hacer obligatoria la presencia en la sala de prensa después de un juego y el Abierto de Francia no es la excepción.
La japonesa cumplió: tras vencer a Patricia Maria Tig en la primera ronda, se ausentó en la sala de prensa. Por ello, recibió la multa reglamentaria de 15 mil dólares y después, en otro comunicado mejor pensado y detallado, pero doloroso para la afición al tenis, decidió abandonar el torneo.
“Esta no es una situación que yo había imaginado o que tenía intención de provocar. Creo que lo mejor para el torneo, el resto de los jugadores y mi propio bienestar es que me retire, para que todos puedan volver al tenis y centrarse en lo que está pasando en París”, empezó. “Nunca quise ser una distracción y acepto que el timing no fue el ideal, y que mi mensaje podría haber sido más claro. Lo que es más importante, nunca banalizaría con la salud mental o usar ese término de forma tan fácil. La verdad es que he sufrido largos problemas de depresión desde el US Open 2018 y me está costando mucho lidiar con ello”.
El problema de depresión que reveló Osaka puede parecer un bicho raro en el deporte de alto rendimiento, pero no lo es.
Andrés Iniesta reveló en su biografía que tomó medicamentos “y llegó a pensar en situaciones extremas” en 2009, tras el triplete de ese año con el Barcelona, pero que coincidió con una serie de lesiones que pusieron en duda su participación en el Mundial de Sudáfrica 2010 y la muerte de su amigo Dani Jarque que lo pusieron en un estado de ansiedad que lo llevó a pedir ayuda.
Hay una paradoja en el tema de la depresión en el deporte, pues está comprobado que el ejercicio físico ayuda a reducir hasta el 50% de los síntomas de depresión moderada, pero cuando hablamos del alto rendimiento y el profesionalismo, especialmente en atletas con alta exposición mediática, hay otros contextos a considerar.
La historia de Iniesta tuvo un final feliz con el gol del triunfo en la Final del Mundial y la dedicatoria a Jarque en su camiseta que le dio la vuelta al mundo.
Pero no siempre es así.
El extremo del suicidio
Y antes de pensar que Naomi Osaka está exagerando, basta recordar dos nombres: Robert Enke y Junior Seau.
Enke, portero que llegó a la selección de Alemania, se suicidó en noviembre de 2009 mientras su carrera estaba en activo; Seau, leyenda de los -entonces- San Diego Chargers, también se quitó la vida en mayo de 2012 y se le diagnosticó encefalopatía traumática crónica (CTE, por sus siglas en inglés) por el constante golpeo al que fue sometido en la NFL, tras hacer un estudio de su cerebro.
Un padecimiento de depresión para un deportista no debe ser tomado a la ligera. Que Naomi Osaka quiera atenderlo y tomar una pausa, sin importar su duración, habla bien de ella y de sus prioridades.
Las conferencias de prensa
Hay una especie de estigma, quizás un poco merecido, sobre el comportamiento de los periodistas en las ruedas de prensa.
Mentiría si les dijera que no he visto a colegas hacer preguntas que parecen más un anzuelo al deportista o entrenador para que dé una declaración explosiva; muchas veces se rompe la regla de no mezclar opinión con pregunta; y en general, claro que existe el “periodismo de bufanda”, otra práctica condenable en nuestra profesión.
Pero donde he visto un mejor comportamiento de la prensa en las conferencias es en las relativas al tenis. El respeto que suele haber en la pista se replica en las preguntas. Las cuestiones suelen ser de índole deportiva, sin prestarse al chisme, al rumor o al cotilleo, y particularmente durante los torneos, algunas muy específicas sobre el rendimiento del deportista o momentos particulares de su partido o de su rival. Hay excepciones, por supuesto, pero el ambiente suele ser muy profesional.
Que Naomi Osaka haya alzado la voz sobre lo que le ocurre en las conferencias de prensa de tenis llama más la atención porque en otros deportes he visto preguntas más hostiles o de “anzuelo”, sin embargo, no puede pasarse por alto.
La rendición de cuentas
“A menudo se nos hacen preguntas que ya nos han hecho numerosas veces o preguntas que nos hacen dudar y yo no voy a someterme a personas que dudan de mí”, expresó Osaka en su primer comunicado sobre el tema, el pasado 26 de mayo. “Que no atienda a la prensa no es personal con el torneo ni con algunos periodistas que me han entrevistado desde que era joven y por lo que tengo una relación amistosa con ellos”.
Osaka dejó ver que desconoce una regla del periodista: buscar la neutralidad, que significa que en nuestra labor profesional, debemos “quitarnos la playera” de nuestros equipos o deportistas favoritos porque ofrecemos un servicio al público, no para satisfacer nuestro ego.
La conferencia de prensa puede convertirse en una sesión de rendición de cuentas cuando hay una derrota o un mal desempeño en el área de competencia. Históricamente, el reportero tiene la responsabilidad de acceder al deportista para hacerle las preguntas que el aficionado querría hacerle y por supuesto que estas pueden ser incómodas si ocurren justo después de una derrota.
Sin embargo, el reportero no es un juez, ni puede comportarse como tal. Y sí, eso desafortunadamente a veces ocurre. Cada vez es más raro escuchar una pregunta directa y es más común esas de “más que una pregunta, tengo un comentario”, pero tampoco podemos caer en generalizaciones.
El caso Osaka es también una buena oportunidad para que los reporteros revisemos nuestros métodos, la manera en la que hacemos las preguntas y saber si dignificamos la profesión en función del servicio que tenemos hacia el público.