Cuando Juan Martín del Potro le rompió el saque apenas en su primer game de cuartos de final, nadie hubiera apostado a que Wawrinka iría directo y sin escalas hacia la consecución del Abierto de los Estados Unidos 2016. El suizo posteriormente recuperó su saque y maniató durante el resto del partido al tenista argentino con drives y reveses de libro de texto.
El extraño caso del éxito de Wawrinka
Durante años oscurecido por la sombra de su compatriota Roger Federer, Stanislas Wawrinka al fin se emancipó y ahora tiene récord perfecto en finales de grand slam.
Incluso nadie hubiera apostado a que Wawrinka le hubiera ganado el partido con semejante autoridad al propio Del Potro: ellos habían chocado por la segunda ronda de Wimbledon y los errores del helvético dictaminaron su prematura salida del abierto londinense. "Gitano", porque se crece ante la adversidad y defrauda cuando carga con el favoritismo, se diría de Wawrinka, a quien ahora sólo le falta Wimbledon precisamente para coleccionar en sus vitrinas todos los títulos grandes.
La medalla de oro en dobles de los olímpicos de Pekín 2008 junto a Federer hacía presagiar que Wawrinka acaso estaba predestinado a ser la comparsa del gran Roger. El Robin de Batman, el Watson de Sherlock, el gran actor de reparto, siempre de reparto. Pero, un buen día, se coló hasta la final del Abierto de Australia en 2014, deshaciéndose de Federer en semis, y acto seguido venció a Rafael Nadal en lo que ya anunciaba duras temporadas para la leyenda de Mallorca. Un Djokovic conmovido hasta las lágrimas tras perder con él la final de Roland Garros ese mismo verano señalaba la llegada para Stan del Oscar al mejor actor protagónico.
Si no comete errores de concentración, Wawrinka es de hecho invencible. Tres finales, tres victorias. "Llámenme genio porque puedo dominar varios estilos", dijo Federer en el pico de su éxito y es ahora a Wawrinka a quien bien le puede ajustar dicha etiqueta genial. A diferencia de Marin Cilic, flor de dos semanas en el Arthur Ashe, el historial de Wawrinka indicaba su peligrosidad y poco margen para sorpresas con sus victorias.
¿Es el éxito de Wawrinka un signo de que se terminaron todas las hegemonías en el mundo del tenis? El correr de los grandes torneos lo responderá; sin embargo, lo cierto es que su éxito será cada vez menos extraño a ojos de quienes lo vieron reponerse de situaciones muy adversas. La más adversa de todas: salirse de la sombra de un tal Federer.