Por Andrés Corona Zurita | @andrescorona
En Columbus se respira todo menos fútbol
La tranquila sede del juego eliminatorio vive una sorprendente pausa donde nadie parece interesado en el partido.
Frío, pero no del esperado. Playera de manga larga, suéter, bufanda, guantes y una chamarra de nieve. Quizá exageramos con la vestimenta, pero el recuerdo de antiguos viajes a Columbus nos hacían pensar que el clima iba a ser tan gélido que los huesos iban a doler.
Apenas 20 minutos después de salir del aeropuerto de Columbus tocaba quitarse la bufanda, los guantes y la chamarra. Si bien no lo hacías por calor, sí tocaba aceptar que habíamos exagerado y que el frío no era tan inclemente.
El hermoso colorido de los arboles de Columbus, algunos amarillos, otros naranjas y unos rojos color cereza, contrastaba con el gris del cielo. El aire soplaba fuerte mientras una pequeña llovizna te hacía titiritar del frío.
A cuatro días del partido de fútbol más importante para la selección de los Estados Unidos, no había sentimiento alguno de que la población de Columbus estuviera al pendiente del juego.
No hay banderas del 'Team USA', ni comercios donde se vendan los jerseys de Christian Pulisic o Jozy Altidore, ni siquiera de viejas glorias como Landon Donovan o Clint Dempsey. Si un turista hubiera tocado por vez primera Columbus, jamás se enteraría que en unos días más se disputaría el clásico más candente de la CONCACAF.
Nos apresuramos por llegar al Mapfre Stadium. En el trayecto comentábamos qué tendría ese estadio que es la gran fortaleza de los Estados Unidos y la mayor debilidad de la selección mexicana.
Tras viajar cerca de 20 minutos del aeropuerto al estadio, llegamos al Mapfre Stadium, casa del Columbus Crew, primer inmueble que se construyó en la Unión Americana solo para el llamado soccer.
Y ahí llegamos. No había ni un alma alrededor de él. La casa de los Estados Unidos no apantalla a absolutamente nadie; es un estadio pequeño, de no más de 24 mil aficionados, cuyas butacas tampoco se ven muy cercanas al campo. Es decir, nada que el Tri no haya visto en San Pedro Sula, en San Salvador, San José o en Ciudad de Panamá.
Más allá de menospreciar el estadio, el cuestionamiento es, ¿qué tiene el Mapfre Stadium que en 16 años, divididos en cuatro partidos, el Tri siempre pierde y nunca mete gol, más allá que el resultado final siempre sea el mismo?
Nos retiramos del inmueble, algunas personas se apuraban a poner ciertos detalles estéticos para el estadio. En las taquillas no había ningún letrero de boletos agotados, aunque en días anteriores se supo que no hay más entradas para el partido.
Lejos del inmueble, en la fantasmagórica y un tanto aburrida Columbus, se vivía tímidamente el tema del día: las elecciones presidenciales.
Tras ingresar a un restaurante mexicano, la pregunta obligada a inmigrantes aztecas: ¿cómo ves el partido del viernes? La respuesta fue sincera: me da igual, no sé ni cuándo juegan.
Al mexicano de Columbus, a los contados que hay, el partido les da lo mismo. Gran diferencia con quienes están en California, Arizona o Texas. Ahí, quizá, está la respuesta de quien organiza el juego en Columbus.
No hay presión, no hay ruido mediático, a los mexicanos no les importa tanto el juego y, bueno, a los estadounidenses, al menos a cuatro días del partido, tampoco.