Por Omar Carrillo H.
El día que el fútbol murió, a 30 años de la tragedia de Heysel
El 29 de mayo de 1985, previo a la final la Copa de Europa, hoy Champions League, entre Liverpool y Juventus, 39 personas murieron y más de 600 resultaron heridas en Bruselas, Bélgica
No ha sido la tragedia más grande en el fútbol -por ejemplo en el Estadio Nacional de Lima en 1964 murieron más de 300 personas o en el Estadio Mateo Flores en Guatemala fallecieron más de 200 en 1996 o en el Monumental más de 70 en 1968, por citar algunas de las más conocidas y recordadas-, pero la tragedia de Heysel cambió al fútbol, y al menos buena parte de su logística, para siempre.
Porque ocurrió en una final de Copa de Europa -ahora llamada pomposamente Champions League-, previo a un juego de dos de los equipos más populares de aquellos días, y de ahora también, Liverpool y Juventus. Y sobre todo porque aquellas escenas dantescas fueron vistas en vivo alrededor del mundo por millones de seguidores o no del fútbol.
Un día hermoso
“Recuerdo que era un día hermoso, el sol se reflejaba sobre el gramado del estadio. En Bruselas se respiraba un ambiente de fiesta”, recordó este viernes Simone Stenti, uno de los aficionados de la Juventus que escapó de la muerte aquel día, a la BBC inglesa.
El ambiente era de fiesta, Stenti incluso intercambió una bufanda con un seguidor del Liverpool antes de ingresar al estadio, pero al momento de llegar a la zona z, la que le asignaba su boleto, se dio cuenta de que algo iba mal. Era una zona neutra, supuestamente, pero estaba muy cerca de los hinchas ingleses y sólo los separa de ellos una pequeña valla metálica “de esas que utilizan en las granjas para mantener a raya a las gallinas”, asegura Stenti siempre en declaraciones hechas a la BBC.
Tampoco la vigilancia policial era la adecuada, sólo unos cuantos policías que luego de los primeros altercados con los hooligans ingleses desaparecieron.
Sólo era cuestión de tiempo para la tragedia, los ingleses empezaron a arrojar todo tipo de cosas como botellas, palos, líquidos y de pronto atravesaron la valla y fueron golpeando a quienes se les cruzaba en el camino. “Todos entramos en pánico y empezamos a huir”, cuenta Stenti.
En el campo de juego, entre los futbolista, la tragedia se vivió de otra manera. Tan dramática e inesperada como para los demás, pero también con unas vertientes insospechadas y difíciles de creer.
“Nos sentimos solos y abandonados”
Antonio Cabrini era uno de los titulares de la Juventus aquella tarde y en 1991 ofreció una entrevista al diario El País sobre aquellas terribles horas.
El conjunto italiano siguió los rituales futbolísticos de antes de un juego al pie de la letra. Arribaron al estadio casi dos horas previas al partido, a las 18.45 horas, cuando el juego iniciaba a las 20.30. Pisaron el pasto del campo para ver su estado y los titulares volvieron al vestidor.
A las 19.05 escucharon un rumor sordo como “si se hubiera desplomado un muro”, pero no le tomaron importancia. Luego entraron al vestidor los jugadores suplentes y les hablaron de peleas y golpes en la zona z, que era una curva en una de las cabeceras.
El vestuario de los italianos estaba muy cerca de la enfermería y sobre las 19.30 comenzaron a llegar hinchas de la Juve, “venían golpeados, sangrando, algunos casi desnudos. Vimos entonces que el asunto era serio. Poco después nos comentaron que había un muerto, luego cinco, después 10”, aseguró Cabrini a El País.
Los jugadores se dieron cuenta de la magnitud de aquello y en pleno optaron por no jugar el partido. “No nos parecía justo disputar un encuentro con todos aquellos muertos en las gradas”.
Pero la UEFA tenía otros planes, los delegados del organismo futbolístico europeo les conminaron a jugar el partido con el argumento de que si no se realizaba aquello sería infinitamente peor. Y a la distancia a Cabrini le pareció lo mejor, “aquello se habría convertido en una guerra”.
La tensión en el inmueble era enorme y pudo ser peor si el grupo de jugadores italianos no se hubiese acercado a sus seguidores, ubicados en la cabecera contraria de la zona z. Buscaban una venganza inmediata, “muchas seguidores querían atacar a los ingleses, e incluso algunos amenazaban con disparar.”
Pero ocurrió también algo impensable, ver a sus jugadores y hablar con ellos, el desfogue que consiguieron con acercarse ayudó a liberar tensión, “la crispación (en ellos) prácticamente desapareció”.
Pero Cabrini, más allá de la victoria de 1-0 de la Juventus con un dudoso penal que cobró Michel Platini, recuerda aquel duelo como terrible. Nunca recuperaron la concentración, “sólo estábamos pendiente de lo que sucedía fuera, nos sentimos muy solos, abandonados, mientras la UEFA parecía no entender nada de lo que ocurría”.
Un escape afortunado
En medio de la confusión, Simone Stenti y su padre tomaron un par de buenas decisiones entre la marea de gente que caía muerta o herida, aplastada. Optaron por dirigirse a la parte baja para escabullirse por una de las paredes. “Pensé que iba a morir allí: la gente me apretaba el cuello y por unos segundos no fui capaz de respirar” cuenta el italiano a la BBC. Rodeados de mucha gente incluidos mujeres, niños y ancianos, huyeron por el lugar menos esperado: los baños.
Vieron una de las entradas y Simone logró empujar hasta ahí a su padre y después fue el padre el que lo sacó por una de las ventanas.
Lograron llegar a la cancha, a la pista atlética. “El aspecto de los sobrevivientes era como de zombies, de muertos vivientes”, concluye Simone.
Sólo seis años despúés, en 1991, se encontró culpables de negligencia a distintos dirigentes del fútbol de la UEFA y autoridades del fútbol belga, y a otras autoridades encargadas de la vigilancia del estadio y se debloquearon las indemnizaciones (500 millones de francos belgas) para los familiares de las víctimas. También se condenó, aunque eso ocurrió un poco antes, a 14 seguidores del Liverpool que fueron condenados a tres años de cárcel.
Luego del partido, los estandares de seguridad de la UEFA y de la FIFA se modificaron. Por ejemplo, se retiraron las vallas de seguridad de las canchas y sólo estadios categoría 4 pueden albergar finales de torneo.
Además se establecieron como protocolo cordones de seguridad para mantener separados a los seguidores de ambos equipos.
Uno de los periodistas de la BBC que cubría el partido en Bruselas aquel día y que le tocó relatar la tragedia, señaló, “el fútbol ha muerto”.
Para Antonio Cabrini, en la entrevista del 91 para El País, la visión fue diferente, pero igual de desconsoladora y dura: “La masacre de Heysel fue la derrota del hombre, no del fútbol”.