Sí, la discusión futbolística en estos días será lo mucho o poco que Cristiano participó en la final de la Eurocopa y sus méritos por tal motivo para levantarla, pero será una discusión vana y sin sentido. Torpe incluso.
Cristiano no vive más a la sombra de Eusebio
El capitán y goleador de Portugal ha acrecentado su leyenda con el título de la Eurocopa 2016.
El mundo futbolístico recordará a este Portugal campeón de Europa, como el Portugal de Cristiano Ronaldo.
Como ya lo ha hecho antes con personalidades regias del fútbol: el Brasil de Pelé, la Argentina de Maradona, la Francia de Zidane o incluso el Portugal de Eusebio.
No es un Mundial sí, pero su impulso, su presencia, en el equipo luso ha sido no solo futbolístico sino anímico. Y sus verdaderos alcances impensables.
Porque el capitán luso jugó los seis partidos previos, anotó tres goles y fue el general, el Leonidas de un grupo espartano que soportó lo indecible -empates, críticas, tiempos extra, penales, menosprecios de la afición y de los medios de comunicación- durante el torneo, pero para su fortuna su cabeza no terminó en una lanza exhibida por Jerjes el rey persa, pero casi.
Porque una derrota le habría colocado en la punta de la pica de sus detractores, sobre todo los más veteranos, y le habría puesto, una vez más, en un sitio histórico dudoso.
Capaz de ganar todo con su club, nada con su selección, dirían.
Eso desde afuera porque lo que significa Cristiano para el grupo campeón lo definió claramente Eder después de anotar el gol del triunfo - un disparo potentísimo pegado al poste - en los tiempos extra.
En algún momento antes de que ingresara al campo a los 79 minutos o en la prórroga, solo ellos dos saben, el goleador del Real Madrid que salió lesionado a los 25 minutos por un golpe de Payet en una de sus rodillas, se acercó a él.
“Me dijo que sería yo el que iba a meter el gol de la victoria. Me pasó esa fuerza, esa energía de él”, aseguró. Y sí el jugador del Lille se encumbró y de paso a Portugal y al propio Cristiano.
Eso de llorar las finales de siempre ha sido cosa del fútbol, pero ahora mismo se ha hecho cosa viral por las lágrimas de tristeza de Lionel Messi en la Copa América y las de impotencia primero y de felicidad más tarde de Cristiano en la Euro.
Las del argentino fueron muy sentidas y llevaban una idea, la de dejar su selección, enmarcadas en ella. Eso luego se supo.
Las de Ronaldo dieron un giro gigantesco en los 120 minutos, las primeras fueron de amargura, el resto de la felicidad más grandiosa porque sabe que ha dado un paso gigantezco. Porque para sus detractores más severos, sus Champions Leagues y sus Balones de Oro, sus blasones y récords aquí y allá, no eran nada sin un título con Portugal. Que era, sin lugar a dudas, el más difícil de conseguir.
Para ellos se mantenía detrás de otro monstruo del fútbol mundial, Eusebio. Que con su poderosa zancada y drible plástico y hermoso, era inalcanzable literalmente para sus rivales y metaforicamente para Cristiano, aunque aquel pese a sus múltiples campeonatos con el Benfica y su gran Mundial del 66, tampoco ganó nada con la selección lusa. Pero fue el que rompió la historia anodina del conjunto luso.
Cristiano ha dado otro golpe de cincel a la estatua de su leyenda futbolística. Quebró, hizo pedazos, liderando a su selección, la historia sin trofeos de Portugal. Hoy no vive más a la sombra de Eusebio.