Por Omar Carrillo H.
@OmarCarrilloHH
Capítulo tres: El Mundial de Norteamérica; muro, discriminación e inseguridad
Estados Unidos, México y Canadá buscarán organizar el Mundial del 2026 de manera conjunta, pero no todo es color de rosa. Analizamos los pros y los contras del evento.
Es cierto que cuando el Mundial del 2026 se realice -si es que la FIFA decide darle la organización conjunta a Estados Unidos, México y Canadá-, las condiciones políticas y sociales de las tres naciones habrán cambiado.
Pero también es cierto que las determinaciones que se tomen hoy, pueden afectar a la competencia dentro de nueve años.
Más allá de lo económico o de la infraestructura de cada uno de los países, el verdadero reto de la organización de esa Copa del Mundo será hacerlo funcional, aún con la diversidad de problemas particulares o generales de cada nación. O los que sostiene con sus vecinos.
Ahora mismo, la política liberal y de inclusión de Canadá, liderada por el primer ministro Justin Trudeau, que entre otras cosas ha logrado conformar un gabinete con diversidad étnica y equidad de género (15 ministras y 15 ministros), así como la recepción de 25 mil refugiados sirios. Y que además combate el cambio climático y mantiene una posición abierta sobre el aborto y la legalización de la mariguana, contrasta con la del gobierno conservador de Donald Trump.
Al igual que su perfil de paz social que en el 2016 lo ubicó como el octavo país más pacífico del mundo, contrasta con la violencia e inseguridad que se vive en México.
El presidente de Estados Unidos ha optado por una política nacionalista de cierre de fronteras y persecusión de inmigrantes ilegales.
Ha puesto en marcha una orden ejecutiva para construir un muro a lo largo de su frontera con México y ha buscado insistentemente prohibir la entrada de refugiados islámicos así como de ciudadanos de Irán, Siria, Irak, Somalia, Sudán, Yemen y Libia con el objetivo de, según él, “mantener a los terroristas islamistas radicales" fuera del país.
Además ha optado por poner en duda el Tratado de Libre Comercio, precisamente, con las dos naciones con las que ahora se ha lanzado a la aventura mundialista y ha amenazado con renegociarlo cuando no con suspenderlo.
Pero Estados Unidos deberá recordar que la FIFA mantiene una campaña permanente desde hace algunos años en contra de la discriminación y el racismo.
Apoyada en la resolución del Congreso extraordinario celebrado en Buenos Aires en el 2001 en la que fijó su postura al respecto. Y en el cual hizo un llamado “a todas las personas involucradas directa o indirectamente en el fútbol -en todos los niveles y países- que formen un frente común compartiendo información y experiencias para terminar de manera eficaz y definitiva con toda manifestación racista, sea del tipo que fuere”.
El tercer miembro de la candidatura, tiene también sus problemas. El narcotráfico y el crimen organizado han permeado todos los niveles de la sociedad mexicana y la violencia que les acompaña siembra caos por donde pasa.
Algunas cifras de investigadores calculan que entre el 2007 y el 2015 se registraron 208 mil 143 homicidios dolosos y 25 mil desaparecidos. Lo que hace un total de 233 mil 143 personas asesinadas o desaparecidas.
Por supuesto, las cifras de otro tipo de crímenes como robo, asalto a mano armada, etc, son igual de alarmantes y por el momento no hay visos de que disminuyan pronto.
Ante la FIFA, al igual que ante los ojos del mundo, tanto Canadá como Estados Unidos y México deberán garantizar la seguridad y la libre circulación de las selecciones nacionales que compitan en el 2026 sean cristianos, musulmanes, judios, budistas o de cualquier otra religión. Y también la de los aficionados que les sigan en la justa.
Es cierto que faltan nueve años, pero para dos de los tres socios que pretenden la candidatura no resultará sencillo conseguirlo -si no toman medidas ahora mismo-, sin embargo con las actuales administraciones tanto de Donald Trump como de Enrique Peña Nieto no parece que eso vaya a ocurrir pronto.