Los amantes del cine de Hollywood recordarán esta escena de 'El Padrino II': un grupo de gangsters es reunido en una terraza en La Habana a fines de 1958 para celebrar el cumpleaños de uno de sus capos. Mientras se reparten las rebanadas de un pastel cuyo betún tiene la silueta de Cuba, Michael Corleone (Al Pacino) les advierte que vio rebeldes en las calles amenazando con arruinarles sus negocios.
La importancia de tocar ‘God bless America’ en La Habana otra vez
Esta tarde histórica por fin llegaron a su fin los casi 70 años sin duelos amistosos entre Cuba y Estados Unidos.
Entonces, nadie escuchó a Corleone. Pero escenas después el triunfo de la Revolución Cubana los forzó a huir despavoridos de la isla volando de regreso a Miami. El guión es tan bueno ya que recuenta el pasado y pronostica lo que habría de ocurrir: que Cuba y Estados Unidos iban a distanciarse por completo sin otra palabra para nombrar su relación que no fuera ‘hostilidad’.
“Siempre he dicho que los deportes son el lenguaje internacional y es grandioso estar aquí con nuestro embajador (Jeffrey Delaurentis) después de 70 años sin celebrar partidos amistosos entre estos dos países”, declaró Jill Biden, esposa del vicepresidente Joe Biden, a los micrófonos de Univisión previo al arranque del partido.
Y es que el amistoso fue amistoso, pues cualquier rastro de hostilidad entre cubanos y estadounidenses quedó como mero recuerdo de las películas de antaño. Las tribunas del ‘Pedro Marrero’ fueron llenándose de niños y adolescentes llegados directos de las escuelas de la capital isleña, quienes lo mismo ondeaban banderitas cubanas que abanicos para sacarse de encima el húmedo y sofocante calor.
El césped alto y disparejo fue una de las muchas circunstancias que colorearon el trámite del partido. Las bancas improvisadas en las que estaban sentados los jugadores suplentes de la selección estadounidense; las sillas de oficina provistas para Klinsmann y su cuerpo técnico; el aspecto de entrenador de ligas menores de Raúl Mederos, estratega cubano; la escasa o nula publicidad estática alrededor de la cancha. El color de un partido único en la historia.
Probablemente, varios futbolistas estadounidenses hubiesen preferido jugar en alguna cancha de la MLS o contra algún rival europeo o sudamericano antes que visitar el campo de la selección número 139 en el ranking de la FIFA. Sin embargo, los apretones de manos y los intercambios de camisetas con sus pares cubanos al finalizar el partido probaron que también ellos estaban conscientes de la magnitud histórica del amistoso.
El 2-0 a favor de Estados Unidos es una simple anécdota de algo mucho más importante. A diferencia de los colegas de Michael Corleone, el Team USA vuela de vuelta a Estados Unidos como símbolo de la importancia de tocar el ‘God Bless America’, en La Habana, otra vez.