En la penúltima jugada del partido, en un balón a la desesperada sobre el área del Sporting de Gijón, con un toque atrás del uruguayo Diego Godín y el oportunismo del francés Antoine Griezmann, encontró el Atlético de Madrid tres puntos más por insistencia que por fútbol, nublado hasta entonces por su rival.
Quizá demasiado castigo para el notable despliegue defensivo del conjunto asturiano, prácticamente impenetrable hasta ese momento y sin gol por dos extraordinarias paradas del esloveno Jan Oblak, y sin duda un inesperado premio para el conjunto madrileño, que lo dejó todo en cuanto a esfuerzo, ganas y ambición, pero sin remate.
Un día después de la reivindicación del argentino Diego Simeone de las cualidades inamovibles de su equipo, de la presión, de la fortaleza defensiva o del contragolpe, el Atlético necesitó todo lo contrario en el Vicente Calderón. Así se lo marcó y se lo exigió el Sporting con ideas muy claras: firmeza, contundencia e intensidad.
Desde esos parámetros, desde la fuerza y la convicción en que se movió en cada sector del terreno durante todo el primer tiempo, planteó al Atlético un jeroglífico ofensivo para su circulación de pelota, buena hasta tres cuartos de campo, hasta el lugar donde se definen los encuentros, donde sin remate todo se queda en anécdota.
No lo tuvo el conjunto madrileño durante muchísimos minutos, un ejercicio de paciencia, por momentos cansino, alrededor del área del Sporting, que ni dudaba en su repliegue inicial, con todos sus jugadores por detrás de la pelota, ni cuando debía dar un paso más atrás para proteger más cerca su portería, para minimizar huecos.
Tampoco tuvo entonces imaginación el Atlético por mucha participación del colombiano Jackson Martínez en la combinación y en los desmarques, pero sin opción de remate, y por mucha propiedad casi exclusiva de la pelota entre la indefinición en los metros finales y la desaparición preocupante del francés Griezmann.
Apenas tocó el balón en todo el primer acto. Ni entre líneas ni dentro del área. Tampoco encontró el Atlético el fútbol de Koke. Ni la velocidad de Yannick Carrasco. Ni la precisión en los centros desde los costados, muy intensos por momentos, pero sin conexión final, entre la sensación de que se jugaba más a lo que quería el Sporting.
Porque todas las ocasiones del primer tiempo fueron visitantes. En el minuto 1, de Jony, que cruzó demasiado su disparo; superada ya la media hora del croata Halilovic, en inmejorable posición en el área, sin oposición salvo del esloveno Jan Oblak. Su parada fue extraordinaria, de esas que valen, o salvan, puntos para su equipo.
El mérito del Sporting y de Abelardo en el partido, ya terminado el primer tiempo, era incuestionable. Es un bloque muy trabajado, que ni siquiera notó dos lesiones en los primeros 26 minutos, las de Sergio Álvarez y Guerrero, y competitivo al máximo, tanto que el Atlético apenas tiró a portería casi en una hora de juego.