El FC Barcelona se mantiene como líder invicto de la liga después de empatar 2-2 en Balaídos ante el Celta de Vigo, en un vibrante partido en el que equipo gallego, liderado por Iago Aspas, atacó con descaro la portería del conjunto catalán, que reservó su habitual equipo titular para la final de la Copa del Rey.
Barcelona rescató el empate y el invicto ante un impetuoso Celta
El cuadro blaugrana consiguió el empate pese a que el local fue mejor a lo largo de los 90 minutos con un juegazo de Iago Aspas.
El ritmo del inicio fue trepidante. Coutinho lideró la versión B del Barcelona con su velocidad y regates, asociándose con Denis Suárez y Dembélé, que malgastaron las primeras ocasiones. No atemorizó al Celta.
El Celta dominó con orden, con jerarquía futbolística, pero pagó con un precio excesivo su primer error defensivo. El Barcelona cazó un mal pase horizontal de Jonny en el centro del campo. La recuperación encarriló un contragolpe que finalizó Dembélé con gol.
El castigo fue grande para el Celta. Pero se rehizo. Y Jonny corrigió su error anterior. Se anticipó a André Gómes en el centro del campo y acompañó con éxito hasta la línea de gol un contraataque que movió Aspas y Maxi Gómez. Jonny corrió cuarenta metros y marcó dentro del área pequeña.
El segundo tiempo mantuvo la intensidad. El libreto fue parecido. El Celta perdonó: un pase de Brais colocó a Jozabed solo ante Ter Stegen, que evitó el gol. Valverde metió a Messi y poco después llegó el gol con una rápida acción, una buena combinación de equipo que acabó con un centro de Semedo que remató Paulinho desde el área pequeña.
El gol del Barcelona volvió a estimular al Celta, otra vez capaz de dominar el partido, de encerrar al Barcelona, de crear un sinfín de oportunidades. Sobrevivió el Barcelona, que defendió con un jugador menos los últimos veinte minutos por expulsión de Sergi Roberto.
El Celta logró el gol del empate muy cerca del final. Marcó Aspas: Ter Stegen despejó un centro de Emre Mor y Aspas recogió el rechace, primero con el pecho, después con un brazo. Fue la recompensa a un partido enorme del Celta, en especial de Aspas, su estrella, que no desistió hasta el pitido final, pues le metió un balón de oro a Boyé para que este rozase el gol de la victoria en el último minuto.