El Leganés, que no llevó a Diego Reyes ni a la banca, y el Celta de Vigo, que alineó a Néstor Araujo, empataron a cero en Butarque tras un enfrentamiento con pocas ocasiones de gol en el que el miedo a la derrota pesó más que las ansias de victoria.
Sin Diego Reyes, pero con Néstor Araujo, Leganés y Celta no se hacen daño
En un partido con pocas oportunidades frente al arco, los equipos terminaron por repartir unidades.
Los locales llegaban con la salvación virtualmente cerrada, pero no certificada y para ello era necesario el triunfo y al día siguiente otro del Sevilla en Girona.
Dicho así sonaba sencillo. El problema es que para empezar a solucionar la ecuación el primer paso era hincarle el diente al Celta, un rival en progresión ascendente que multiplica sus opciones de salvación cada vez que suma.
Solo un posible penalti por mano del cuadro gallego, que Martínez Munuera decidió no revisar haciendo uso del VAR, subió las pulsaciones de los presentes hasta que llegó el descanso.
Y tal como se fue la primera parte, en silencio, volvió la segunda. Durante veinte minutos apenas sucedió algo reseñable al margen de que los visitantes parecían encontrarse algo más cómodos sobre el rectángulo de juego ante un contrincante en duermevela en el que el más espabilado era el nigeriano Kenneth Omeruo.
A medida que transcurría el tiempo aumentaban las opciones de un pacto de no agresión entre los contendientes y si bien es cierto que no hubo relajación, no lo es menos que tampoco se vio ímpetu desmedido. Sucedió de esta manera lo esperado, un empate que ayuda a los dos, pero no termina de solucionar de manera definitiva los problemas de ninguno.