México

    ¿Por qué a los mexicanos nos da tanto miedo que nos ganen en el Estadio Azteca?

    El Coloso de Santa Úrsula es un mito y una adoración para los mexicanos. Su hogar y su trinchera, y de paso, el nicho de su soberbia.


    Por:
    Andrés Corona Zurita.


    Imagen Ronaldo Schemidt / Getty Images

    La historia de México en la Concacaf estuvo cargada durante varias décadas de soberbia. Aún hoy, pese a los constantes tropiezos ante equipos de la zona, muchos aficionados y medios de comunicación aztecas siguen viendo hacia abajo al resto de selecciones.

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    El Estadio Azteca es para los mexicanos un mito. Hoy que se habla tanto de barreras, el Coloso de Santa Úrsula es una especie de barda que nadie debe brincarse por ningún motivo; es la casa donde vive nuestro orgullo. El hogar donde todos sufren los estragos de la altura, la contaminación y el calor; el sitio donde 100 mil personas aterran a 11 hombres con el golpeteo del sonido que provoca la hinchada. Un Estadio Azteca lleno en un partido de selección mexicana es un sentimiento indescriptible.

    Por eso, perder ahí nos provoca rabia, molestia y miedo. La afición mexicana ve en el Estadio Azteca al sitio donde somos indestructibles pese a que saliendo del inmueble volvamos a ser vulnerables por los problemas que nos genera nuestra realidad personal y nuestra cotidianeidad.

    Han sido años de presunción en la Concacaf. De muchas victorias combinadas con goles y alegrías. Fueron décadas de ver humilladas a todas las selecciones que pisaban nuestro Gigante. Contamos uno a uno los triunfos y como si fuera una carrera boxística, presumimos nuestro invicto en casa sin saber que tarde o temprano, el invierno llegaría.


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    En 2001 el muro se derrumbó y el mito se acabó. Los medios de comunicación pintaban en negro sus portadas y se cuestionaban atónitos cómo la selección mexicana había perdido en el Estadio Azteca. La afición vivió un luto brutal por aquel gol de Hernán Medford; 16 años después, seguimos entrevistándole para preguntar sus opiniones sobre aquel día.

    Pero, si Brasil ha perdido en el Maracaná, Argentina en el Monumental, Uruguay en el Centenario, Inglaterra en Wembley o Alemania en Münich, ¿por qué México no podría perder en el Estadio Azteca?


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    Los tiempos cambiaron y mientras México seguía sumergido en ese cuento que mezclaba los sueños guajiros con la soberbia, y seguía viendo como si fuera una constelación de estrellas a su Estadio Azteca, el resto de equipos de la Concacaf evolucionaban. El mito dejó de ser eso, y en cierto punto, era algo positivo para el Tri pues cada vez había mayor presión por no perder en el Coloso de Santa Úrsula.

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    Pero no aprendimos, el mexicano no lo entendió. Así, Honduras llegó y asestó el segundo golpe. Nuevamente, la cabeza del técnico rodó y el Gigante de Cien Mil Cabezas enmudeció. Esa derrota dolió igual que la primera, y aunque pronto llegará la tercera caída, los mexicanos seguimos aterrados a la palabra Aztecazo. ¿Estados Unidos? Ni Dios lo mande.


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    Esa es nuestra historia con el Azteca. El sitio donde brilló Pelé y Maradona, el dos veces mundialista, el sitio de terror para los visitantes, nuestra casa y nuestro hogar. Esa leyenda y ese mito, es lo mejor que el jugador y el aficionado tiene: hay que vivir un gol que une a cien mil personas para entender ese sentimiento, y así y solo así, entenderemos por qué nos da tanto miedo perder ahí una, dos y más veces.


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