Columbus Crew

    Columbus, a través de los ojos y los recuerdos de Guillermo Barros Schelotto

    El delantero argentino, que fue el mejor jugador durante el único título de Columbus Crew, recuerda a la ciudad.


    Por:
    TUDN

    Guillermo Barros Schelotto en una producción tras ganar la MLS Cup.

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    Guillermo Barros Schelotto en una producción tras ganar la MLS Cup.

    COLUMBUS, Ohio- “Tengo los mejores recuerdos de Columbus”, valora en el comienzo de la conversación Guillermo Barros Schelotto, que atiende el teléfono en su casa en Argentina.

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    Mientras pasa la tarde con sus hijos, el Mellizo no duda en atender a FutbolMLS.com para charlar de una ciudad a la que incluso compara con su La Plata natal. Fueron cuatro años memorables jugando para el Columbus Crew, con el que ganó la MLS Cup de 2008 y fue reconocido como el jugador más valioso (MPV) de la temporada y de la MLS Cup, además de ser incluido en el XI Ideal de la liga y ser reconocido por la revista Sports Illustrated como el Deportista Latino de aquel año.

    Barros Schelotto aterrizó en Ohio 2007 y rápidamente se adaptó en la cancha, aunque por fuera la experiencia llevó más tiempo.

    “Cuando empecé a aprender el idioma lo empecé a disfrutar de otra manera, porque tenés relación directa con la gente. El primer año fue un poco duro por eso, porque no podía llegar a relacionarme con la parte humana de la gente”, recuerda GBS (shi-bi-es) tal como lo conoce en Estados Unidos.

    Esa barrera idiomática era matizada por los bondadosos vecinos del barrio New Albany, por el traductor del club e incluso algunos compañeros, como el venezolano –bilingüe- Alejandro Moreno.

    Guillermo Barros Schelotto fue capitán del Columbus Crew.

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    Guillermo Barros Schelotto fue capitán del Columbus Crew.

    “Todo el barrio me recibió muy bien.  Los chicos iban al kínder (jardín de infantes) y era excelente. Yo al principio no hablaba inglés y la gente se tomaban todos el tiempo para explicarme”, apunta Barros Schelotto sobre sus primeros días en Columbus mientras intenta hacer memoria –sin éxito- del nombre del jardín de infantes junto a su hijo mayor.

    Vivía en una tranquila zona residencial al noreste del centro de la ciudad, con parques, colegios y la tranquilidad necesaria para criar a la familia. Para Guillermo era importante tener su independencia y comunicarse con la gente sin intermediarios.

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    Por eso decidió estudiar inglés durante los cuatro años que estuvo en la ciudad y de esa manera logró acercarse más a la comunidad.

    “Era más que nada un desafío, porque siempre tenés a alguien que te traduce o alguien que te ayuda. Cuando llegué si tenía que ir a un hospital por cualquier razón venía un traductor para poder entender, por eso era un desafío poder relacionarme directamente yo con la gente. Y así fue”.

    GBS tomó clases particulares durante el primer año con una profesora que era oriunda de El Salvador. Al siguiente año la profesora era la madre del defensor Danny O’Rourke. Las siguientes dos temporadas, asistió a un curso de “Cultura y lengua inglesa” dictado en la Universidad de Ohio State.

    “Creo que ahí fue donde más aprendí porque me desinhibí más, porque éramos 40 en el curso y había mucha gente joven, yo era el más grande. Los chicos era desinhibidos porque tenían 20 años y no les importaba nada si se equivocaban”, valora el “Mellizo”, que en ese entonces tenía 37 años, era padre de familia y tomaba seis horas a la semana de clases.

    “Ya al final del segundo año entendía cuando el técnico hablaba, ya no necesitaba que nadie me traduzca, ya podía tener conversaciones con compañeros, con el técnico y también en la comunidad, en el día a día. Sabía qué contestar, qué me preguntaban. Entonces, la relación con la gente era mucho más confortable”.

    En una ciudad que se mueve sin apuro, de avenidas anchas y muchos más autos que peatones, los Barros Schelotto tenían sus lugares favoritos. Para caminar y pasear iban al Easton Town Center, un complejo comercial con espacios al aire libre. Allí estaban los dos restaurantes fetiche del delantero.

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    “Vivíamos cerca e íbamos a patear (caminar) a comer mucho a Brío o a Cheescake Factory y era el lugar que cuando teníamos familiares o amigos de visita siempre los llevábamos, porque la verdad que me encantaba”, cuenta Barros Schelotto, que solía pedir el pescado mahi-mahi.


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    “La verdad que nunca supe qué pescado era, pero tenía una salsa muy rica. Era un plato bastante a chico en cuanto a la abundancia, pero me encantó. Y eso que yo no soy un fanático del pescado”, dice Guillermo, todavía deleitándose con dorado-delfín.


    Otro lugar al que íbamos bastante es el museo de ciencia (Center of Science and Industry, COSI), porque el (hijo) más grande me decía que quería ir los fines de semana. Era un lugar bastante interesante, porque había mucho para interactuar mientras te explicaban cómo funcionaban las cosas. Era 100% educativo además de divertirte”, recuerda GBS, que convirtió 35 goles y dio 48 asistencias durante sus cuatro temporadas en la MLS.

    En ese edificio contemporáneo y horizontal, en la vera del río Scioto, surgieron charlas interesantes que entre el mayor y el pequeño Barros Schelotto. “Una vez me preguntó: ¿papá, vos mirabas la televisión en blanco y negro?”, dice con sorpresa el ahora director técnico de Lanús, en la Primera División de Argentina.

    “Tengo los mejores recuerdos de Columbus”, insiste Guillermo, que adoptó a la ciudad estadounidense como una segunda casa.

    “Siempre comparaba a Columbus con la ciudad en la que yo vivo en Argentina, que es La Plata, que está a una hora de la capital. Porque tiene las intenciones de una capital a nivel de tener lugares para ir a comer o lugares para salir, pero también tiene la pausa que no tiene Capital Federal (Ciudad de Buenos Aires). Obviamente que no podías salir a cualquier hora porque sabías que cerraban a determinado horario”, reconoce Barros Schelotto, que vuelve cada tanto a Ohio.


    “Para mí la ciudad era muy confortable. De hecho cada vez que voy de vacaciones a Estados Unidos termino pasando cuatro o cinco días en Columbus”, cuenta Guillermo, que sigue en contacto con varios ex compañeros y cuando puede mira los partidos de Columbus Crew por televisión.

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