México da tumbos en la eliminatoria para el Mundial de Qatar con todo y los tres boletos directos más un repechaje con escala en Oceanía.
Raúl Méndez | Tengo miedo
México da tumbos en la eliminatoria para el Mundial de Qatar con todo y los tres boletos directos más un repechaje.
Encontrar la respuesta de porqué sufre el Tri da para reflexionar más allá del funcionamiento en la cancha que compete a entrenador y jugadores.
Gerardo Martino y su cuerpo técnico son responsables del escaso progreso que el equipo nacional registra desde su esperada llegada a principios del 2019.
A la fecha no domina su estilo. Intenta tener el balón, pero es muy lento en esas posesiones que lo hacen predecible ante equipos que se le encierran y sufre aún más cuando enfrenta a otros más físicos que lo agobian con su presión como Estados Unidos y Canadá.
Insiste en lanzar al ataque a sus laterales, pero los habituales titulares en ese puesto son poco efectivos en la finalización de las jugadas. Un recorte innecesario, un disparo precipitado y, en el último de los casos, un centro deficiente.
En defender se ve vulnerable en una tarea que le compete a todo el equipo, no solamente a la zaga que, dicho sea de paso, ha sido exhibida en los últimos partidos. Cada ataque rival es una jugada con peligro de gol en el área mexicana.
Hirving Lozano es el recurso más utilizado a la ofensiva por lo que resulta blanco obvio para los rivales que lo cosen a patadas sin piedad. Ya se sabe que cuando el equipo no camina hay que darle el balón al Chucky.
Habría que preguntarse si las virtudes de los jugadores mexicanos se aprovechan debidamente con ese estilo.
En tres años muy poco ha cambiado. De las mentadas rotaciones de su predecesor el argentino se fue al extremo con una formación titular muy reconocible. El universo de jugadores de donde sale ese once es muy reducido.
En cuanto a los jugadores, la base europea se mantiene a falta de competencia. Son los mejores futbolistas mexicanos de la actualidad, su talento los ha llevado al futbol europeo pero juntos como equipo no despliegan todo ese potencial. El entrenador es responsable también de encontrar la manera de explotar sus capacidades en aras del colectivo.
De los europeos son pocos los que juegan con regularidad y todavía menos los que tienen un papel protagónico en sus clubes.
Urge la necesidad de competencia para elevar el nivel interno de la selección, pero cuando miramos la liga y sus principales clubes los que marcan la diferencia, en cantidad y calidad, son los extranjeros.
Tal vez por eso a Martino rara vez se le haya visto por los estadios observando jugadores. Monterrey, Tigres, América, Cruz Azul, Atlas y hasta Puebla dependen en su mayoría de los que no son elegibles para jugar con México. De ahí que esta reflexión no se limita al entrenador y sus jugadores.
Hay que concebir el futbol mexicano como un solo ente que comprende la estructura a nivel de clubes y selecciones nacionales en un proyecto único, dependiente uno del otro. Si aglutinas la liga de extranjeros vas a reducir los espacios para jugadores mexicanos, es decir, menos jugadores para la selección mayor.
Sin descenso y ascenso se perdió la más elemental forma de competir con premio y castigo. ¿Bajo qué exigencia están sometidos los clubes mexicanos cuando tiene una relevancia menor lo hecho durante diecisiete jornadas y le apuestan todo al que llega enrachado en las semanas de liguilla?
Es emocionante sí, pero injusto también.
Y aislarse del continente con nuestra propia confederación tampoco “ha facilitado” la calificación al Mundial.
En fin, a veces los grandes cambios llegan tras sonoros fracasos. Ojalá se dé lo primero sin necesidad de lo último.
Hasta la próxima semana. Cuídense mucho, por favor.