El gol maravilloso que Diego Armando Maradona le hizo a los ingleses dejándolos regados por el pasto del Azteca ya lo había ensayado seis años atrás en un amistoso disputado en Wembley.
Raúl Méndez | El Diego de la gente
El gol que le hizo a los ingleses en el Azteca lo ensayó seis años atrás en un amistoso disputado en Wembley contra el antecesor de Shilton.
La primera vez arrancó cerca del área rival y regateó a cuatro hasta que se paró frente al arquero y decidió cruzar su disparo que se marchó rozando el palo derecho.
Ese portero era Ray Clemence, referente del glorioso Liverpool de los 70’s, fallecido diez días antes que el Diego en una triste coincidencia. El astro de Villa Fiorito admitió entonces que debió quitarse al portero.
Las declaraciones del Maradona jugador en sus cinco sentidos eran advertencias para los rivales que osaban picarle y lecciones propias para no caer en el mismo error.
Eran auténticas reflexiones sin filtro y no el discurso artificial y vacío que escuchamos generalmente.
Y lo hizo desde pibe, como en aquel un potrero donde compartió el sueño para la televisión, todavía en blanco y negro, de jugar un Mundial y salir campeón.
Cuando volvió a enfrentarse en los Cuartos de Final de México 86 a Inglaterra, la misma nación que le arrebató con total impunidad Las Malvinas a Argentina, esta vez sí dribló al portero que ya no era Clemence sino su sucesor Peter Shilton.
En ese mismo partido mostró sus dos caras. La del genio del futbol mundial con esa obra cumbre y luego la llamada “Mano de Dios” que para el legendario Bobby Robson, entonces entrenador de los Tres Leones, fue la mano de un bribón.
Dicen que la historia la escriben los vencedores, pero es necesario recoger las dos versiones para intentar comprenderla.
De haber existido el VAR el resultado pudo ser diferente como también el castigo que el Pelusa recibía de sus adversarios. Era una auténtica carnicería, una caza despiadada en su contra pero igual se levantaba sin quejarse y acababa la jugada como en ese gol que le marcó a Ubaldo Fillol en un Boca-River.
El Diego fue la imagen rebelde, ideal para identificarse con la izquierda, con Ernesto el Che Guevara y Fidel Castro. Llegar a la cima partiendo de la pobreza hizo que su figura fuera mitificada. Ganó un Mundial con Argentina y logró que el sur de Italia tuviera un campeón por encima de los ricos del norte.
Maradona vivió como las estrellas de las series infantiles y juveniles de la televisión o como el rockstar cuya vida normal les fue arrebatada.
El costo de la fama lo llevó a un camino de perdición que no pudo gambetear hasta que el ídolo de masas se hundió en una profunda soledad sin retorno.
Esa sociedad de doble moral que lo encumbró, juzgó y después lo vio caer.
Gracias y descanso eterno Diego.
Hasta la próxima semana. Cuídense mucho, por favor.