Es un lugar común pensar que la campeona de la gimnasia artística se convierta en una especie de novia de los Juegos Olímpicos, pero la checoslovaca Vera Caslavska llevó el idilio con México al máximo nivel, pero sus victorias y sus convicciones también le provocaron un calvario.
Memoria México 1968: Vera Caslavska, la activista anticomunista y la novia de México
La gran campeona de la gimnasia artística de México 1968, Vera Caslavska, fue también una activista en contra del régimen comunista de su país.
Tras el periodo de dominio de la soviética Larisa Latynina entre Melbourne 1956 y Tokio 1964, que la convirtió en la atleta más laureada en la historia de los Olímpicos de la Era Moderna, ver como la nueva reina a una checoslovaca no era tema menor: en agosto de 1968, la URSS y otros cuatro países socialistas, unidos por el Pacto de Varsovia, invadieron Checoslovaquia para frenar las políticas liberales de su presidente, que desataron la Primavera de Praga.
Por si había faltado otro paralelismo extradeportivo con México, Praga vivió ese mismo año un movimiento social contra el totalitarismo de su régimen.
Nadie, ni Latynina, ni Nadia Comaneci, ni Simone Biles, ha tenido una cosecha tan prolífica en una edición olímpica en la gimnasia artística femenina como Caslavska: cuatro medallas de oro y dos de plata, solo igualada por la húngara Agnes Keleti en Melbourne 1956.
El podium del Auditorio Nacional se convirtió en el corazón palpitante de los Juegos de México, especialmente cuando Caslavska incluyó en su rutina de piso un popurrí con notas de piano del Jarabe Tapatío y Allá en el Rancho Grande, donde el único "descuido", si es que así se le puede decir, fue el del público que se dejó llevar por la emoción y soltó aplausos por la música en plena faena.
Caslavska, quien ya había ganado el all-around en Tokio 1964, y su novio, el fondista Josef Odlozil, se hicieron una promesa: si ella revalidaba el título y él llegaba a la Final de los mil 500 metros planos, se casarían en la capital mexicana.
Odlozil, plata en Tokio 1964, no volvió a pisar el podio, pero sí fue finalista. La boda se celebró en la Catedral Metropolitana, en pleno centro de la ciudad, el 26 de octubre, un día antes de la Clausura, con música de mariachi y 100 mil personas presentes.
Caslavska no solo se llevó las medallas y el cariño del pueblo mexicano: en las dos ocasiones que obtuvo la plata, en la prueba por equipos y en la viga de equilibrio, fue superada por rivales soviéticas y en la premiación, al sonar el himno del país invasor, se volteó y agachó la cabeza.
Si Tommie Smith, John Carlos y Peter Norman son recordados por cuestionar al mayor bastión occidental, justo a la mitad de la Guerra Fría, Caslavska merece el mismo crédito por atreverse a voltearle la cara a la contraparte, a la Unión Soviética.
Ante la entrada de las tropas de la URSS en su país, Caslavska se vio forzada a terminar su preparación para los Juegos escondida en las montañas, luego de firmar el Manifiesto de las Dos Mil Palabras, un texto del escritor y periodista checo Ludvik Vaculik que buscaba defender las reformas democráticas de la Primavera de Praga.
Después de sus triunfos en México, se negó a retirar su firma del Manifiesto y con el recrudecimiento de la ocupación soviética, le fue prohibido trabajar de manera legal. Un club de Praga se lo permitió, siempre y cuando se escondiera cuando había revisiones oficiales, es decir, en la clandestinidad. Regresó al país azteca para ser entrenadora una década después de sus últimas victorias olímpicas.
Aunque la vuelta a México le permitió trabajar sin contratiempos e incluso tener un programa de televisión de gimnasia, el matrimonio con Odlozil se desgastó, curiosamente, en el mismo país donde celebraron sus nupcias y terminaron por divorciarse.
Al regresar a Checoslovaquia tuvo puestos administrativos en el deporte, al igual que la otra gran leyenda del deporte de su país, el fondista Emil Zátopek. Fue hasta 1989, cuando triunfó la Revolución del Terciopelo -un movimiento pacífico que eliminó el monopolio del poder comunista, en pleno contexto de la caída de la URSS-, cuando Caslavska empezó a tener mayor relevancia para la política deportiva de su país: fue nombrada asesora del presidente Václav Havel y después presidió el Comité Olímpico Checo de 1990 a 1996.
La ruptura con Odlozil fue en buenos términos, pero las tragedias no terminaron ahí: en 1993, el exvelocista falleció en una pelea en una discoteca con su hijo Martin, al golpearse la cabeza en un empujón. Martin fue condenado a prisión, pero el presidente Havel le otorgó el perdón cuatro años después. La depresión, sin embargo, llevó a Caslavska a un hospital psiquiátrico.
En 1995 fue designada miembro del Comité Olímpico Internacional, honor al que renunció en 2001.
Aunque tenía planes de ir a los Juegos de Río 2016, en el regreso del olimpismo a Latinoamérica por primera vez desde México, un cáncer en la glándula salival no le permitió acudir a la cita. Falleció el 31 de agosto de aquel año, nueve días después de la clausura.
Nadie hasta la fecha ha vuelto a repetir como campeona del all-around femenino de la gimnasia artística.