Las imágenes son icónicas en el imaginario colectivo deportivo mexicano. Felipe 'Tibio' Muñoz, un chico de 17 años, rebasando en los últimos metros a americanos, alemanes y soviéticos en la final de los 200 metros pecho en los Juegos Olímpicos del 68 y la multitud en la alberca olímpica Francisco Márquez enloquecida.
Memoria México 1968: de 'Tibio' a campeón olímpico, Felipe Muñoz
El 'Tibio' Muñoz era un enjuto y muy joven nadador mexicano casi desconocido hasta la noche del 22 de octubre de 1968 en la se convirtió el leyenda del deporte mexicano.
El toque parejo contra la pared de los tres primeros sitios de la prueba, la pantalla electrónica anunciando el triunfo del mexicano. Sus lágrimas en lo más alto del podio y el recorrido en hombros de una afición desbordaba.
La espera había sido larga y compleja. Juan Martínez -en 5 mil y 10 mil metros en atletismo- y Guillermo Echevarría -en el 1500 libres en natación-, las cartas fuertes de México para obtener una medalla de oro, habían fracasado estruendosamente.
No se había escuchado el himno mexicano a lo largo de sus Juegos Olímpicos y empezaba a rondar cierto pesimismo a cinco días del final de la justa.
Felipe 'Tibio' Muñoz era un enjuto y muy joven nadador mexicano casi desconocido hasta la noche del 22 de octubre de 1968.
Inició en la disciplina deportiva a los 12 años en el Club Vanguardia, en una piscina de apenas 18 metros de largo.
En aquellos días nadó en la inauguración de la pileta - esa sí de 50 metros- de la Unidad Independencia ante el presidente estadounidense John F. Kennedy que acudió al acto mientras estaba en una visita oficial en México.
También por aquella época su apodo se acuñó. Felipe se quejaba permanentemente de que el agua del estanque estaba o muy fría o muy caliente. El sobrenombre de 'Tibio' entonces se hizo inevitable.
Cuando tenía 15 años, recién dos años antes de su hazaña, lo corrieron de la Unidad Independencia por orinar la manija de la puerta del coche del director de aquel centro deportivo, en venganza por no cumplir su palabra de enviarlo a una competencia en Austin, Texas, pese a que se había ganado su lugar.
Fue en otro centro del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la Unidad Morelos, donde se refugió y ahí empezó a entrenar con quien finalmente le llevaría al éxito, Nelson Vargas Bazáñez.
La disciplina de aquel hizo que tuviera un ascenso meteórico. Todos los días el entrenador pasaba a las cinco de la mañana por él, por sus hermanos y por otros nadadores a la colonia Vértiz-Narvarte de la Ciudad de México. Lo hacía en un destartalado Volkswagen y les llevaba a entrenar.
Luego se iba a la secundaria, regresaba más tarde a la alberca y por las noches, Vargas le llevaba a Buenavista donde la madre de Felipe trabajaba en el departamento administrativo de una línea de autobuses. De ahí volvían a casa en taxi o camión.
En 1966 ya era seleccionado del IMSS y dio el brinco a la selección nacional convocado por el estadounidense Ronald Johnson. Esa era la pieza que le faltaba a aquel rompecabezas triunfador.
Durante un tiempo se pensó que Muñoz había saltado de la nada para hacerse famoso y ganador en México 68, pero su progresión se dio a lo largo del tiempo.
El 7 de julio de ese mismo 68, en Santa Clara, California, anunció lo que vendría. Venció a Brian Job, el número uno de los Estados Unidos y dos del mundo que solo estaba detrás del soviético Vladimir Kosinsky.
Lo hizo con un tiempo convincente de 2.29.03 minutos, pero ese mismo día Guillermo Echevarría implantó récord mundial en los 1500 estilo libre -él es el único nadador mexicano que ha conseguido una marca del mundo- y su actuación pasó desapercibida.
Una semana más tarde, en Lincoln, Nebraska, se dio de nueva cuenta el duelo entre Job y el 'Tibio' que ahora sí ganó el estadounidense con un tiempo de 2.31.02, mientras el mexicano hizo 2.31.07.
La confianza del chico que siempre fue parte grande de sus triunfos se fue a las nubes. Él estaba tan convencido de lo que pasaría en México 68 que lanzó una frase a sus amigos que se volvió famosa: “ o gano o me ahogó”.
Por la mañana del 22 de octubre de 1968, Felipe Muñoz consiguió la mejor marca en los heats eliminatorios de los 200 metros pecho de los Juegos Olímpicos con un tiempo de 2.31.01 minutos.
El público y la prensa se alborotó al por mayor imaginando una medalla dorada. Para evitar cualquier desconcentración, entre Jonhson, Vargas y Muñoz decidieron hacer el afloje en el club Libanés a unos tres kilómetros de distancia en vez de la alberca de calentamiento del recinto de la competencia.
Tras una tensa discusión con los policías del lugar que no les dejaban pasar porque el complejo deportivo se cerró para ir a ver la final de Muñoz, les dijeron “este es el 'Tibio’ Muñoz, de ustedes depende que esta noche sea campeón olímpico”. El chico entró y nadó en solitario aquellos minutos vitales.
No podía ser de otra manera y el Volkswagen destartalado de Nelson Vargas fue el vehículo “oficial” que le llevó a las puertas de la alberca.
Diez mil personas, en un recinto para apenas cinco mil, estallaron en algarabía y júbilo al ver aproximarse a los ocho finalistas de los 200 metros pecho y ya no pararían hasta bien entrada la noche.
El mexicano ocupó el carril cuatro, el soviético Kosisnky el tres a la derecha del 'Tibio' y a su izquierda, en el cinco, Job.
A las 20:04 pm, el juez llamó a la plataforma de salida a los competidores, instantes después el disparo -en el único momento de silencio de la noche-, se escuchó fuerte y claro.
Felipe hizo una obra maestra de la estrategia de Ronald Johnson en aquellos dos minutos y medio que duró la prueba.
Nadó tranquilo y sin presiones los primeros 50 metros y se colocó en quinto sitio con 21 brazadas de por medio. Aceleró un poco y a los cien metros ya era cuarto, solo detrás del alemán Henninger, de Job y Kosinsky.
Mantuvo el paso y poco antes de los 150 rebasó a Job, preparó entonces los últimos metros. Se puso delante de Henninger y Kosinsky a los 170 en un cierre espectacular. A diez metros del final, Muñoz le aventajaba medio cuerpo al soviético y al toque en la meta la locura se desató.
Unos días más tarde, Ricardo Delgado y Antonio Roldán, en boxeo, también se bañaron en oro. Pero nunca una victoria para México -sobre todo porque fue en casa- tan anhelada y tan celebrada como la del 'Tibio', tan “inesperada” también, en los Juegos Olímpicos.