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    Cámara Húngara | No me gusta Osorio, pero anhelo que triunfe

    Nuestro columnista León Krauze comparte la incertidumbre de gran parte de la opinión pública sobre el trabajo de Juan Carlos Osorio.


    Por:
    León Krauze.


    Estamos a dos semanas del principio de la Copa del Mundo y de la participación de México en Rusia, así que más vale que lo diga de una vez: no me gusta Juan Carlos Osorio. A pesar de que, por principio, creo en la importancia de respetar procesos en una Selección y hasta en un club, opino que Osorio debió haber dejado la dirección técnica del equipo mexicano después de la histórica derrota contra Chile. Y lo creo no solo por el marcador, la mayor derrota de una Selección mayor de México en competencia oficial. Lo creo porque –y esto lo admite el propio Osorio– el técnico colombiano entró en pánico y, ante la presión extraordinaria de los chilenos, no supo encontrar una salida táctica que le diera a su equipo siquiera un respiro para intentar recomponerse. El banquillo de un equipo nacional no es un sitio para experimentar o aprender lecciones: los fracasos tienen consecuencias; los fracasos históricos, todavía más.

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    Tampoco me gusta que Juan Carlos Osorio, en su obstinación, insista en hacer jugar a México en un sistema de alto riesgo que el equipo simplemente no puede jugar. Y no es que no pueda por falta de capacidad o valentía. No puede porque, simple y llanamente, no tiene los hombres para jugar el sistema que quiere Osorio. El técnico colombiano lleva años tratando de inventarse un México que, en sus sueños, tiene en el medio campo a Sergio Busquets, verdadero cerebro de las transiciones a la ofensiva del Barcelona, un cirujano del pase vertical y, al mismo tiempo, de la ubicación para la recuperación. México no puede jugar así porque México no tiene a Sergio Busquets. El riesgo de insistir en lo contrario es condenar al equipo a un defecto que, en alta competencia, parecía superado hace años: la fragilidad. Quizá con la única excepción de algunos minutos contra Brasil en el 2014 o Argentina en el 2010, (y, claro, los amargos meses del Chepo) México dejó de verse frágil en escenario de alta competencia hace ya un buen tiempo. Con Osorio, la fragilidad ha vuelto, y con ella la posibilidad de los desastres, como contra Chile y –no nos hagamos– contra Alemania en la Confederaciones.

    Por esas dos razones me declaro –como lo he hecho antes– detractor de Juan Carlos Osorio. No me convence, tampoco, el argumento de que los jugadores lo quieren y están contentos con las rotaciones. Los vestuarios amorosos sirven de poco si los resultados no llegan. Prefiero mil veces un vestuario lleno de tensión que gane en la cancha a un grupo de amigos del alma que ponen a temblar al país cuando pisan la cancha.

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    Ahora bien: con la misma claridad y contundencia admito que hay una parte de mí que quiere creer en la inteligencia legendaria de Juan Carlos Osorio. Mis amigos y colegas que lo conocen juran que Osorio ha trabajado casi tres años con una sola meta en la cabeza: el Mundial de Rusia. Me dicen que todos los experimentos, los trabajos en el campo, los cuadernos bicolores, el cuidado enorme de sus jugadores, los días de estudio y todo lo demás alcanzará su conclusión lógica y apoteósica en el Mundial. Sostienen, pues, que hay un método detrás de la locura del técnico nacional. Me han dicho, por ejemplo, que nadie estudia rivales como Osorio y su equipo y que el armado de México contra los tres primeros equipos que enfrentará la Selección en Rusia lo reivindicará. También me dicen que los jugadores – todos- piensan matarse por su técnico, al que ven como una especie de sabio mentor. El México del Mundial, en suma, será el mejor México: la obra cumbre del profesor Osorio.

    No me parece imposible. Después de todo, el talento del equipo da para eso y más. Sobre todo al frente, México nunca ha tenido una generación tan diversa y virtuosa. La defensa es una incógnita, y mucho más sin Araujo, pero el equipo tiene talento para demostrar que la permanencia de Osorio, aun después de Chile y de las otras tormentas, valió enteramente la pena. El momento de la verdad comienza en Moscú el día 17, en el monumental Estadio Luzhniki.

    No me gusta Osorio pero me gustan sus jugadores. Anhelo fervientemente que triunfen.

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