Cuando los dioses hablan, los mortales callan y escuchan
Lo hecho por Wayde van Niekerk en los 400 metros pasó casi desapercibido por la presencia de Usain Bolt y su tercera medalla olímpica en los 100 metros.
Ya ocurrió en la natación en Río 2016 y nadie pareció resentirlo. Michael Phelps nadaba y el mundo se olvidaba del resto hubiera récords del mundo, tres o cuatro medallas de oro. Cuando los dioses hablan, los mortales callan y escuchan.
Así pues con Phelps en la piscina, así con Usain Bolt en la pista de atletismo. Lo que Wayde van Niekerk hizo 25 minutos antes de Bolt fue brutal y el planeta lo miró de reojo con cierta admiración y regusto, como si se saborea un entremés apetitoso previo al plato fuerte en cualquier gran festejo.
El sudafricano corriendo por el carril ocho hizo pedazos el récord el mundo de los 400 metros, paró el cronómetro en 43.03 segundos.
Una marca improbable cuando no imposible y ni siquiera contemplada que pudiera superarse en Río 2016.
“¡Oh, dios mío! Del carril 8 al récord del mundo”, dijo Michael Johnson -el antiguo dueño de la marca con 43.18 segundos- en su narración para la BBC para la que suele cubrir los grandes eventos de atletismo.
Pero no fue la única frase exultante de Johnson a Wayde de la noche, “él es tan rápido, nunca habia visto algo así de los 200 a los 400 metros”, añadió y completó, “eso fue una masacre de Wayne van Nieker”.
Y es que los parciales del también campeón del mundo de la distancia fueron 10.7 en los 100 metros, 9.8 en los 200, 10.5 en los 300 y 12 en los 400 de ahí la admiración del exvelocista.
Solo un minuto antes, el sudafricano se acomodó en su block de salida en el carril ocho y al disparo salió irrealísticamente rápido por la calle más difícil de todas donde no ves a ningún competidor y, a veces, te vas guiando únicamente por los sonidos que emiten las respiraciones, los pasos, pero en muchas ocasiones, por el ruido alrededor, ni eso.
A saber lo que escuchó, porque de ver no vio nada. A los 200 metros llevaba ya ventaja sobre el resto de sus competidores, lo que siguió fue épico porque la velocidad suele reducirse mucho en la última parte de la competencia y él la sustuvo.
Al entrar a la recta final parecía alcanzable para James Kirani y Merritt Lashawn, el segundo y el tercer sitio, pero aquel espejismo duró bien poco. Conforme se acercaba a la meta se alejaba de ellos.
Entonces el cronómetro señaló 40 segundo, 41 y la meta ya tan cerca. Los últimos metros fueron emocionantes en sí mismo porque parecía que sería el primer hombre en correr debajo de los 43 segundos.
Finalmente cruzó la meta y por fin pudo ver a sus oponentes, giró la cabeza para buscarlos, pero a ellos les faltaban unos cinco o seis metros para pasar la línea. El cronómetro marcaba 43.03. Ni un suspiro, quizá ni un pestañeo duran esas 03 centésimas que lo alejaron de los 42 segundos.
En 48 años solo tres hombres -ahora cuatro- han tenido el récord del mundo en los 400 metros. Lee Evans lo logró en México 68 con 43.86, en 1988 Butch Reynolds lo dejó en 43.28 y en 1999, Michael Johnson lo puso en 43.18. Por cierto los tres son estadounidenses.
“Es tan joven, ¿qué más puede hacer? ¿Puede bajar los 43 segundos? Es algo que yo pensé que podía hacer, pero nunca lo hice”, completó Johnson en su narración para la BBC.
El gran público abrió los ojos sorprendido, le aplaudió y 20 minutos más tarde le olvidó.
Así de efimera puede ser la fama en nuestros tiempos. Usain Bolt apareció en escena. La sorprendente marca del sudafricano había que aparcarla para dar paso al monstruo de los 100 metros. Por supuesto, el jamaiquino ganó.
En el festejo, Bolt notó su presencia aún en la zona de prensa. Hizo a un lado su vuelta olímpica y se acercó al chico de 24 años. Le estrechó la mano y le dio un abrazo.
Dos significados en el gesto del gigante, el reconocimiento - a manera de disculpa por eclipsar su hazaña- por lo que había hecho unos minutos antes que él y el paso de estafeta a la que posiblemente sea la siguiente superestrella del atletismo mundial.