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    David Ferrer: la leyenda de lo intangible del tenis

    El retiro de David Ferrer merece una revisión: sin el palmarés de una leyenda, su adiós ha sido tomado como tal.


    Por:
    Ricardo Otero.

    David Ferrer junto a su esposa Marta y su hijo Leo, en la despedida del Masters de Madrid.

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    David Ferrer junto a su esposa Marta y su hijo Leo, en la despedida del Masters de Madrid.

    Termina el partido. Antes de ir a felicitar a su rival, David Ferrer se quita la banda roja de la frente y la deja en la intersección de las líneas de saque. Tras el saludo en la red, se despide del juez de silla y vuelve al centro de la pista. El derrotado es, en realidad, el vencedor: al que el público se le vuelca en una ovación de pie.

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    El ritual se repitió seis veces en esta temporada: en Auckland, Buenos Aires, Acapulco, Miami, Barcelona y Madrid. Todos esos torneos, más la Copa Hopman y con la excepción de Miami, donde aceptó una invitación de última hora, fueron los que anunció desde agosto pasado para su temporada de retiro.

    A los 37 años, Ferrer sabe que su nivel ya no es tan competitivo como antes, pero aún como el 143 del mundo le dio para vencer a Tennys Sandgren, quien había ganado el título en Auckland, en Acapulco; a Alexander Zverev, el tres del mundo, en Miami; y a Roberto Bautista, 21 de la ATP, recién en Madrid.

    Pero más allá de los 27 títulos, las tres Copas Davis, haber sido top 10 de la ATP durante 358 semanas y llegar a ser el número tres del mundo, Ferrer se lleva el cariño irrestricto de sus rivales y del público como un histórico del tenis español y como un prototipo de todo lo positivo que el deporte blanco promueve.

    Un tenista al que en cada golpe parecía que le explotarían las venas del brazo, que jugaba al límite de su capacidad física, con una especial conexión con el público y con sus rivales. Un tipo con el que igual te darían ganas de jugar un set, de ir a tomar una cerveza o de platicar de libros frente a una taza de café, porque esa es su otra pasión: la literatura.

    Un hombre que con 37 años entiende que hay cosas más importantes en la vida que jugar al tenis.

    Al despedirse de cada torneo en 2019, Ferrer dejó su banda roja en la mitad de la cancha.

    Imagen Getty Images
    Al despedirse de cada torneo en 2019, Ferrer dejó su banda roja en la mitad de la cancha.

    "Lo tenía muy claro, quería irme sin odiar al tenis", expresó Ferrer en entrevista al portal Punto de Break en noviembre de 2018. "Lo primero la familia, con un bebé de cinco meses que nos da mucho trabajo tanto a mí como a mi mujer. También me estoy mudando de Valencia a Jávea (su ciudad natal), liado con temas de la casa y ubicándome aquí, en mi lugar."

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    "Quizá en 2016 o 2017 no aceptaba esa nueva situación de no estar top 10 o top 15; ahora miro atrás y valoro mucho lo que he conseguido, me puedo ir tranquilo. A nivel personal, es el momento perfecto", agregó.

    Tal como pasó en Acapulco, el adiós de Ferrer esta vez fue ante Zverev. Con la diferencia de que este fue el definitivo. Feliciano López, compañero de muchas batallas en la Davis, fue el encargado de decirle adiós como director del Madrid Open y con lágrimas en los ojos. Nadal se ha desvivido en elogios hacia 'Ferru' cada vez que le han preguntado por su retiro.

    ¿Cómo explicar este adiós de leyenda a un tenista que, en la era de Federer, Nadal Murray y Djokovic, solo ganó un Masters y nunca conquistó un Grand Slam?

    Porque hay cosas victorias que no dan trofeos. Las más importantes, de hecho. Ser leyenda en la era del "Big Four", la más competitiva en la historia del tenis, merece aplausos de pie.

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