Opinión Deportes

    Geo González | Las primeras mujeres olímpicas

    Kaliphatea demostró que desde tiempos antiguos el machismo es capaz de enseñar “sus miserias” antes de respetar los derechos de la mujer.


    Por:
    TUDN


    En la antigüedad los Juegos Olímpicos eran exclusivos para hombres, las mujeres no podían ni participar, ni ser espectadoras con algunas excepciones.

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    Ecuestres, las mujeres podían participar puesto que el triunfo se concedía al propietario del caballo o cuadriga.

    Kiniska, princesa de Esparta, fue la primera mujer que obtuvo triunfos en los años 396 y 392 D.C.

    Kiniska fue apoyada por su hermano, el rey de Esparta, para demostrar que los triunfos hípicos carecían de mérito deportivo puesto que ganaba quién más dinero invertía en la crianza de los caballos más que en la destreza, pericia o fuerza del jinete o amazona.

    Cabe mencionar que la mujer espartana recibía una educación física, eran a las únicas mujeres griegas a las que se les fomentaba.

    Lanzamiento de jabalina, juego de pelota, la danza, la música, todo bajo la creencia de que parejas vigorosas procreaban hijos mas fuertes.

    Otra excepción fue con la sacerdotisa Démeter, quien acudía en honor a su rango, ocupando el palco de honor en el estadio. La entrada estaba prohibida para mujeres casadas o viudas, solo las doncellas podían asistir.

    Sin embargo, cuenta la leyenda que hubo una más: Kaliphatea.

    Su padre había sido campeón olímpico, su esposo había sido campeón olímpico y su hijo era entrenado para competir en los Juegos Olímpicos, ¿y eso que tiene de singular? Que él era entrenado por ella.

    Las competencias se celebraban en distintas disciplinas: lanzamiento de jabalina, lucha, boxeo, poesía, música y atletismo, el mero mole del hijo de Kaliphatea.

    Los atletas competían desnudos y eran acompañados por sus entrenadores.

    Kaliphatea logró ingresar disfrazándose de hombre. Una túnica, una barba y tratar de pasar desapercibida fue la segunda táctica a seguir porque la primera ya estaba trazada, que el “hijazo de su vidaza” se llevara la prueba.

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    Y así fue. La tercera generación de esa familia cruzaba la meta en primer lugar, haciéndose acreedor a la corona de laurel y el titulo de campeón olímpico.

    Kaliphatea, que había quedado rezagada para no llamar la atención, comenzó a abrirse paso entre los demás entrenadores, jueces y atletas, para llegar al encuentro con su pupilo, su campeón, su hijo.

    Apretujones, bloqueos, jalones, “compermisitos”, “ora no empujen, ni jalen, ni descobijen” fue viviendo Kaliphatea en su camino hasta que al llegar al frente.

    No solo ya no traía la barba, que sabrán los dioses embarrada en el lomo de quién se habrá quedado, ¡tampoco la túnica!

    Sí, en medio del momento olímpico, una mujer, casada, desnuda, se encontraba no en la gradas sino en la pista.

    Los antiguos Griegos tenían entre su repertorio de penas máximas el aventar a un desfiladero a los trasgresores. Esa fue la sentencia para Kaliphatea.

    Pero los dioses deben haber metido mano o mas bien Atenea se lo exigió a su padre Zeus.

    Kaliphatea fue perdonada por ser hija de un campeón olímpico, viuda de un campeón olímpico y madre de un campeón olímpico.

    Sin embargo, se decidió que a partir de ese momento tanto los atletas como sus entrenadores debían participar desnudos. ¿No les digo?

    Epílogo

    ·No cabe duda que desde tiempos antiguos el machismo es capaz de enseñar “sus miserias”, antes de respetar los derechos de la mujer.

    ·Que día a día comprobamos, que los antiguos griegos, viven en los “machistas modernos”.

    ·Sin embargo la historia y la fuerza de las mujeres han demostrado que el deporte femenil jamás será lanzado al barranco.


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